Madres y educación


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¿Por qué nunca se quiso que las madres educasen a los hijos y se les impidió que lo hiciesen? Habría que averiguar quién ganó con ello y quién perdió. Y todo parece apuntar a que quien ganó fue el autoritarismo y quienes perdieron fueron los hijos, que es como decir toda la humanidad, mujeres y hombres. La idea de que los padres, y sobre todo la madre, debieran ser los principales educadores de los hijos, escandaliza por nueva, porque es lo que nunca se hizo, y ni siquiera el feminismo se ocupó del tema, como si eso no tuviese que ver con la desvalorización de las mujeres.
En la institución familiar que se creó como célula básica de la sociedad autoritaria, la función de la madre fue inculcar jerarquía y obediencia a las autoridades. Y para que las mujeres cumpliesen el cometido que se les impuso había que mantenerlas ignorantes, necesitadas y menores de edad eternas.
Para hacer imposible que las madres pudiesen educar a los hijos las dejaron a ellas sin educación. Por lo mismo que a los esclavos no se les permitía que aprendiesen a leer y escribir para que no  supiesen defenderse, a las mujeres no se les permitió que cultivasen la mente y el intelecto para dejarlas inermes y sin entendimiento de la realidad. Hasta hace muy poco tiempo, aun en los países más adelantados, las mujeres no tuvieron acceso a estudios porque estaba decretado que lo suyo era servir y, cuanto menos supieran, mejor, para que no se rebelasen contra lo mandado. Aun en las sociedades más avanzadas lo habitual fue, hasta hace muy poco, que en las familias se diesen estudios a los hijos varones y no a las hijas, y así sigue siendo en casi todo el mundo.
¿Qué efectos tuvo esa ignorancia en la que se mantuvo a las mujeres? En la vida de cada una de ellas, impedir la independencia. Y, en su función de madres, hacer que mujeres y hombres quedaran  mutilados al no tener la educación y atención individual que precisaban.
El sistema autoritario, de mando de unos pocos y obediencia de los demás, se asentó quitando importancia a los hijos, es decir, a todos los seres humanos, con la ayuda de los que manejaron las religiones. En nombre de creencias religiosas falseadas, se inculcó la idea de que los hijos eran propiedad de los padres, como si fuesen objetos o esclavos, y que, además, nacían en deuda con quienes los habían traído al mundo y les debían agradecimiento eterno. Las iglesias cristianas se valieron, por ejemplo, del mandamiento de ¨honrar padre y madre¨ para sostener que los hijos debían obediencia eterna a los padres, cuando lo lógico sería pensar que es un precepto de honrar a la humanidad y no desacreditarla, para lo cual puede ser preciso a veces desobedecer a las autoridades, familiares y de cualquier otro tipo.
La familia autoritaria y jerárquica fue el modelo de todas las demás estructuras de la sociedad y las madres fueron la pieza fundamental del engranaje del sistema, que, sin sus servicios, no habría podido funcionar. 
¿Qué sucedería si las madres entendiesen que los hijos no nacen para cuidar, entretener, amar y obedecer a los padres, sino para tener vida propia, y los educasen para la independencia, material y psicológica? Las madres fueron las encargadas de imbuir autoritarismo, desigualdad y jerarquía enseñando desde el principio de la vida que el varón era superior y la mujer inferior y debilitando a los dos de distinta manera: a los hijos varones malcriándolos y viciándolos, y a las hijas mutilándolas, hasta físicamente muchas veces, como cuando les tronzaban los pies en China para que no pudiesen andar y resultasen más eróticas para los hombres, o cuando, aun en estos tiempos, les amputan el órgano sexual para que no puedan sentir placer y sea más fácil encontrarles marido.
Mientras la familia sea autoritaria, la sociedad también lo será y, mientras no se entienda que la principal tarea feminista tendría que ser analizar la raíz de la desvalorización de la mujer y de todo lo femenino, y que esa raíz está en la familia que se instituyó, no podrá haber adelanto. El llamado machismo fue promovido por un sistema en el que se quiso que la madre fuese inferior e inculta y transmitiese la idea de que las mujeres nacían para servir a los hombres. Los hijos vieron en la familia autoritaria una mujer que trataba mejor a los hijos varones que a las hijas y aprendieron a creer que los hombres tenían superioridad innata sobre las mujeres. Vieron que las madres no se rebelaban y obligaban a las hijas a aceptar que eran inferiores, y absorbieron que la superioridad masculina era indiscutible y que a las mujeres les gustaba que las sometieran. Pero los sistemas se pueden desmantelar. Si las madres se emancipasen y se propusiesen educar a los hijos, en vez de dejarlos en manos del servicio y de las instituciones educativas para que los colonicen, en muy pocos años el espíritu carcelario que inserta el autoritarismo desaparecería de la faz de la tierra y surgiría algo más inteligente y acorde con el potencial humano.
Enero de 2020

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