Instituciones y autoritarismo


Teresa Barro
Cuando las instituciones son más importantes que el cometido al que deben responder, el autoritarismo cobra fuerza y se impone de tal manera que las personas no cuentan y lo que cuentan son los grupos, los partidos, las organizaciones, las tribus y los clanes. Funciona todo como un ejército en el que los que mandan tienen derecho a ser obedecidos porque se supone que la desobediencia llevará a perder la guerra.
La sociedad humana parece haberse organizado así desde tiempos inmemoriales, no se sabe bien por qué. Quizá porque los mayores quisieron mandar en los más jóvenes y asegurarse de que no perderían poder con el paso del tiempo. Y las religiones se usaron para ayudar en esa tarea. El resultado es un mundo en el que la institución es lo que más cuenta y lo que hay que amar y defender por encima de todo, lo que lleva a que quieran apoderarse de ella los sagaces, los que la ven como una montaña que hay que escalar para mandar desde la cumbre y ser como dioses. La consecuencia más clara de todo ello es que los que llegan a la cumbre y forman las elites dominantes no suelen creer en las causas que dicen defender y las desvalorizan con su hipocresía. Si las iglesias cristianas no hubiesen preferido defender la institución eclesiástica por encima de todo cuando se cometían abusos sexuales dentro de ella, ese abuso habría quedado cortado en vez de haberse expandido, y no se habría provocado la desilusión y el disgusto de ver cómo los que predicaban el bien hacían el mal y actuaban como los escribas y fariseos de los evangelios. Lo mismo se aplica a las instituciones políticas, docentes, jurídicas y de cualquier otra clase, que, con su afán de poder, traicionan a la causa en cuyo nombre actúan.
La primera institución que convendría analizar para salir de este sistema en el que la persona no tiene importancia, salvo si es superior y autoridad, es la de la Familia. La familia es la cédula básica de la sociedad. Todos nacemos en ella y habría que pensar en para qué es y qué sentido tiene, dado que las pautas que en ella se establecen se repiten después en toda la sociedad. Si la familia es autoritaria, la sociedad lo será también.
La familia se convirtió en institución autoritaria cuando se decidió organizarla de forma jerárquica, con un sistema dirigido a asegurar la continuidad del mando que pasaba de dioses patriarcas a  varones patriarcas. Para que el sistema funcionase, se decidió que la mujer nacía para obedecer y servir al varón, y  los hijos para obedecer y servir a los padres.  El papel de la mujer fue dar hijos a la familia y hacer que los hijos se sometiesen y adaptasen al orden jerárquico querido por la divinidad. Los humanos nacieron en esa institución titulada Familia para respetar y servir a los mayores y superiores, a las autoridades,  a los que sabían, a los llegados a una situación de mando porque así lo habían querido los dioses. Los integrantes de la familia no tenían valor por separado; solo lo tenían como piezas de una institución, y a esa institución debían sacrificar su propia personalidad, su futuro y su vida, porque la familia era lo único importante.
La familia se convirtió en una institución idólatra en la que la propia familia fue el ídolo principal que exigía sacrificios. Las autoridades religiosas se encargaron de hacer creer que así debía ser tergiversando textos, como cuando aseguraron, sin ninguna base, que los hijos los daba Dios y había que tener tantos como él quisiera. Con eso fomentaron la irresponsabilidad de los padres, a quienes los hijos debían agradecimiento eterno por haber aceptado la carga que Dios les enviaba. Esa pauta después se repitió en toda la sociedad e hizo que las autoridades pudiesen tener mando sin responsabilidad.
Todo esto sigue vigente en la sociedad de hoy.  La gran injusticia con los hijos, que afecta por igual a hombres y mujeres, no se ve ni se critica porque parece natural, pero corregirla cambiaría el mundo. Habría que pensar para qué son los hijos y qué derechos deberían corresponderles. ¿Son los hijos para los padres o son los padres para los hijos? En el sistema autoritario los hijos son para los padres, hijos-objeto que nacen para adaptarse a lo que ya hay y no hacer nada nuevo. El resultado es un mundo en el que impera la repetición, el automatismo y el atraso, porque el autoritarismo aplasta el espíritu de creación, que es lo que caracteriza al ser humano y lo que debiera alentar la familia.
Octubre de 2019

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