La leyenda negra, los males de España y el régimen de Franco


Teresa Barro
Empeñarse en demostrar que no hay nada de verdad en la leyenda negra de España solo puede llevar a reacciones automáticas de superioridad e inferioridad y a no adquirir experiencia. Esa leyenda surgió de un gran deshonor, de una gran mancha de la historia que debilita como una enfermedad y no deja actuar con inteligencia.
La gran mancha de la historia de España empezó con la alianza de la Corona y la Iglesia que se forjó en el reinado de los Reyes Católicos y que, con la ayuda de la Inquisición, impuso un sistema de desprecio al trabajo, mal gobierno, pésima administración económica y supremacía absoluta de los que, en nombre de la religión, se atribuyeron a sí mismos poderes divinos y eliminaron el pensamiento y el saber para conseguir la credulidad ignorante que se convirtió en papanatismo y la dependencia que pasó a ser colaboración y vasallaje. El régimen dictatorial y cruel que entonces se instituyó echó raíces profundas y sigue vivo hoy, aunque con disimulo. Solo se vio amenazado por la Segunda República, que quería hacer las cosas de otro modo, y a eso le puso fin Franco. El régimen franquista sirvió para restaurar el mando de la Corona y la Iglesia y eliminar todo lo que pudiera amenazarlo, con el beneplácito de las potencias extranjeras que querían seguir contando con un país atontado y risible que andaba sin rumbo y hacía lo que le mandaban.
En estos momentos el único ejemplo que se pone de mancha vergonzosa es el nazismo de Alemania. Pero esa mancha  fue leve si se compara con episodios de crueldad y terror inigualados que marcaron la mentalidad y el sentir de los países que los vivieron, como fueron la Revolución Francesa, con sus persecuciones y espectáculos públicos de humillación y decapitación de inocentes, o la bomba atómica lanzada por los Estados Unidos sobre Japón cuando ni falta hacía para ganar la guerra que ya estaba ganada y solo se hizo para diversión de asesinos y demostración de poder. Los nazis fueron un puñado de sádicos que hicieron cosas terribles, pero en secreto y sin la complicidad de la mayoría de los alemanes, que no sabían lo que estaba sucediendo. La Inquisición, en cambio, persiguió, humilló, expulsó, torturó y ejecutó durante más de tres siglos y lo hizo como espectáculo público apoyado por las autoridades y santificado por la Iglesia, con lo que la gente se insensibilizó y se acostumbró a gozar de la crueldad.  La España a la que se le amputó el espíritu en nombre de la religión se cerró al mundo de fuera, perdió el entendimiento de la realidad  y se volvió fría, indiferente e incompetente.  
El imperio debiera haber expandido la imaginación y el espíritu emprendedor de los habitantes de las Españas, pero el régimen de terror santificado que se impuso los dejó sin juicio, viviendo de fantasías y sin capacidad de apreciar lo que valía. Los grandes descubrimientos fueron rebajados para despojar a los descubridores de los bienes y la fama que merecían. El que a un hombre de la inteligencia y saber de Colón se le arrebatasen todos los derechos,  se le tratase como a un criminal y se le hundiese en la miseria, forma parte de la gran mancha de la historia de España. El sistema fomentó la ineptitud, la pillería y el mal vivir que convenían a la Iglesia y a los poderosos. En tiempos de Felipe II, en la España dueña de medio mundo, el mal juicio, la envidia y la incompetencia llevaban ya al fracaso en todo lo que se emprendía.  La magnífica Armada que se envió contra los ingleses no volvió derrotada por culpa de los elementos, como se proclamó, sino porque el rey se empeñó en quitarle el mando al que sabía y se lo dio al que no sabía.
Para los habitantes de la España cerrada dejó de contar todo lo que no fuese el centro de poder en la península. El imperio se perdió de mala manera porque España se negó a entender a los habitantes del Nuevo Mundo y los trató con soberbia, indiferencia y frialdad, como una madre tiránica que no escucha a los hijos y exige adoración y obediencia ciega. Mientras que los ingleses supieron reaccionar con inteligencia a la pérdida de su imperio y forjaron lazos de amistad con las antiguas colonias, los españoles reaccionaron ofendidos a la pérdida del suyo y despreciaron a los que consideraban inferiores y menores de edad eternos.
Los males de España, de los que tanto se habló, surgieron de la gran mancha que empezó con los reyes ¨católicos¨ y se agrandó con el tiempo. La guerra civil y el régimen de Franco sirvieron para restablecer el poder y la alianza de la política y la Iglesia. Franco montó otra Inquisición en los primeros años que aniquiló todo lo que pudiera entorpecer la vuelta al sistema que venía de muy atrás . El aliento y el amor al saber con los que la Segunda República quería borrar la mancha y los males de España fueron aplastados y sustituidos por la inercia y la credulidad de antes. Las generaciones educadas en la propaganda y la insensibilidad por el régimen de Franco aumentaron, con su desconocimiento de la realidad y su insensibilidad al mundo de fuera, la mancha que ni vieron. Y los males nunca se corrigieron porque de eso se encargaron la enseñanza deformadora del intelecto, la falta de información y la incapacitación para entender la propia historia.
Junio de 2019



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