¿Cristianismo, o patriarquismo disfrazado de religión?



Teresa Barro

Dado lo mucho que se invoca el cristianismo para influir en la política y decidir el modo de organizar la sociedad y regir las naciones, habría que preguntar, tanto pensando en los creyentes como en los que no lo son,  si lo que se presenta como moral y bueno por ser cristiano tiene alguna base o si es un gran engaño para imponer dominio y opresión.  ¿Son cristianas la ideas sobre las mujeres y la familia que se propagan en nombre del cristianismo?  ¿Hay algo en el cristianismo que pueda llevar a defender y afianzar el sistema autoritario y jerárquico que impuso la sumisión de las mujeres y los hijos a la autoridad divina del varón-patriarca y con ello mutiló el potencial humano e hizo del mundo una cárcel para todos? ¿O lo que sucedió fue que los hablaron en nombre del cristianismo lo tergiversaron para adaptarlo al modelo patriarcal?  Créase o no en el relato bíblico de la vida de Cristo y de lo que hizo y dijo, todo apunta a que un mensaje contrario a la dominación y el poderío fue interpretado con intención maniobrera y falseado para reforzar el patriarcado.  
En la manera en que nace Cristo y en todo lo que hace después parece haber un fuerte empeño en no seguir el modelo patriarcal. Las iglesias presentaron su nacimiento en un pesebre y en un lugar extraño, fuera del hogar, como lección de pobreza y humildad, y el que hubiese nacido de una mujer virgen como prueba de que las mujeres corrientes eran impuras y de mala calidad. Pero lo más notable del relato es que Cristo nace en una familia sin padre humano, sin patriarca, por tanto, y, en la interpretación católica, de una mujer virgen y sin pecado original, lo que significa que sería como la mujer creada al principio, sin ninguna propensión a dejarse dominar por los hombres ni a adaptarse a lo que ellos quisiesen.
En la interpretación que hicieron las iglesias, el que la madre de Cristo apareciese como una mujer virgen sirvió para recalcar que las demás mujeres eran impuras, deficientes e inferiores, pero, aun así, la virginidad de María suscitó gran incomodidad, hasta tal punto que las iglesias protestantes en general no lo admitieron. En el patriarcado la virginidad de las mujeres solo tiene valor mercantil, es para que el varón pueda adquirir una propiedad intacta o para que los sádicos disfruten destruyéndola a la fuerza. El destino indiscutible de la mujer en el sistema es vivir subordinada a los hombres, ser madre y entregar los hijos a la familia. El concepto de virginidad eterna en la mujer es inaceptable por lo que supone de capacidad de elegir y de desvincularse del sistema. El cristianismo rechazó como pagana la tradición que había en otras religiones de una virginidad eterna que permitía la realización de una feminidad independiente y gozosa. Dos de las diosas más admiradas y poderosas de la religión griega, Atenea y Artemisa, eran vírgenes que eligieron vivir sin hombre y sin hijos y dedicar la potencia de la energía femenina a otras tareas. Las iglesias cristianas hicieron lo posible por olvidar la fuerza e independencia que suponía la virginidad eterna de la madre de Cristo e insistieron en presentarla como esposa y madre corriente, cumplidora del rol subordinado y apagado que le correspondía. Cristo nace sin padre humano, con una madre virgen que no se atiene a la norma patriarcal, y fuera de la casa y la Familia, sin el injusto festejo que le correspondería como hijo varón nacido en la típica familia del patriarcado.
Se interpretó el que Cristo fuese varón como demostración de la superioridad nata del hombre y como mandato implícito de que las iglesias cristianas tendrían que estar regidas por varones. Pero todo parece indicar que Cristo, en su primera venida al mundo, quiso dedicarse a enseñar y, si hubiese sido mujer, no se lo habrían permitido. No habría podido hablar en las sinagogas y en los templos, como parece que hizo desde muy temprano, y mucho menos salir en los últimos años de su vida a enseñar a los que quisieran escuchar. Si una mujer hubiese salido de su casa a andar por los caminos y hablar con todos, la hubiesen tachado de prostituta y violado, apedreado y matado. Si a él, siendo varón, le reprochaban que no siguiese al pie de la letra lo que estaba escrito en los libros sagrados y se apartase de las interpretaciones habituales, a una mujer ni la hubieran dejado abrir la boca. Las iglesias cristianas hicieron todo lo posible por tapar que parecen haberlo acompañado mujeres y hombres, pero, de no haberlo tapado, habrían insistido en que las mujeres iban para cocinar y lavarles la ropa a los varones. Que las mujeres tenían el mismo rango y cometido que los hombres debería haber quedado demostrado en que lo último que dijo antes de morir fue que dejaba a la cabeza de la nueva iglesia a una mujer, su madre. Las iglesias cristianas nunca lo aceptaron y difundieron la burda interpretación de que un Cristo que estaba agonizando había pedido a uno de los discípulos que se encargase de su madre y la cuidase, cuando es de suponer que, si eso le hubiese preocupado, habría tomado medidas mucho antes sin esperar al último momento.
Otro episodio de la vida de Cristo que las iglesias cristianas encontraron muy incómodo e imposible de encajar en las normas patriarcales fue el de un Cristo muy joven, aún niño o adolescente, al que en un viaje sus padres pierden y buscan angustiados hasta que lo encuentran sentado entre los maestros en el templo, escuchando y haciendo preguntas. Cuando le reprochan el susto que les hizo pasar al no ir con toda la comitiva, él contesta que las cosas del espíritu son más importantes que el ¨estar en familia¨. Una de las principales columnas del sistema patriarcal es la doctrina de la piedad filial, según la cual los hijos deben sumisión y agradecimiento eterno a los padres, con lo que ya se inserta desde el principio de la vida la idea de obediencia a las autoridades y se mutilan los derechos y la personalidad de los que nacen. Además, en el patriarcado es la Familia como institución lo que cuenta, no sus integrantes. La Familia es el ídolo al que hay que sacrificar todo. Los hijos nacen para los padres y para dar continuidad a la Familia, con lo que también desde el principio se rebaja el potencial humano al exigir el sacrificio de la libertad, la individualidad y la creatividad. Cristo no acepta el rol de buen hijo y amante de la Familia y afirma que el espíritu es lo más importante. Las iglesias presentaron ese episodio como una aberración momentánea, un lapso juvenil de un Cristo que, según ellas, después se arrepiente y obedece a sus padres como está mandado. Las iglesias usaron lo de ¨honrar padre y madre¨ para fortalecer la piedad filial propia del patriarcado afirmando que era un mandato de obedecer a los padres, a las autoridades, cuando lo único que puede significar es que hay que honrar a la humanidad, para lo cual hay que amar el espíritu y seguir sus reglas, aun en contra de las reglas humanas.
La llamada familia cristiana responde al mismo modelo que la confuciana, la musulmana o cualquier otra: es el modelo de familia patriarcal que infunde injusticia y desalienta el potencial humano. El cristianismo tendría que haberse separado de un sistema que ahoga el espíritu, pero lo que se llamó cristianismo fue patriarquismo disfrazado de religión.
Febrero de 2019

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