Cómo se impuso la idea de que la mujer era inferior al hombre
Teresa Barro
No se sabe cuándo
empezó el patriarcado a regir la sociedad humana, pero lo que sí puede saberse
es cómo se manejaron las religiones para otorgarle origen divino y avalarlo.
Si analizamos la
Biblia, por ejemplo, es evidente que ese conjunto de libros, cuyos textos
pasaron por tantas manos y fueron escritos en tantas épocas e idiomas distintos,
no puede ser palabra directa de Dios. Dios no parece haber dictado ninguno de esos
textos, y Jesucristo, que podría haber dejado algo escrito, no lo hizo. Muchas partes del Antiguo Testamento, la
mayoría quizá, son historia de los judíos, otras solo se pueden entender en el
contexto del judaísmo, y los evangelios del Nuevo Testamento fueron escritos
mucho después de la vida de su protagonista. Todo ello, por tanto, tendría que
ser sometido a análisis y crítica e interpretado con intuición y veracidad. Lo que se hizo fue tergiversarlo e interpretarlo
con impostura e infidelidad para respaldar el patriarcado y hacer creer que un
Dios varón y Patriarca había impuesto, desde el primer momento de la creación,
la superioridad del varón y la inferioridad de la mujer.
El relato de la
creación que figura en el Génesis es un mito, una cosmogonía, y no puede
utilizarse para imponer normas y doctrinas. Es hoy el día, sin embargo, en que la Iglesia
Católica sigue basando su dañino precepto de que hay que tener el mayor número
de hijos posible en una frase atribuida a Dios en ese mito: ¨Creced y
reproducíos¨. Esa frase, en el contexto
en que se dice, solo puede indicar que Dios está satisfecho con su obra y la
deja vivir. No indica que la
reproducción humana deba ser descontrolada. Pero esa interpretación sin fundamento fortaleció
la injusticia e irresponsabilidad de la sociedad patriarcal haciendo creer que
los hijos los hacía en realidad el padre divino y que era él quien tenía que
hacerse cargo y no los humanos, que ya cumplían con aceptar el envío.
La interpretación
que las iglesias cristianas hicieron del Mito de la Creación está viva y
enraizada en la mentalidad de todos los pertenecientes a sociedades que
adoptaron el cristianismo, sean creyentes o no. Esa interpretación insertó la idea de que la
mujer era de origen inferior y propiedad del varón por haber sido hecha de una
costilla de él. Y también de que era
tentadora y causante de la caída en desgracia de los humanos por haberle dado
al varón la manzana del mal. Implícito
en esa interpretación está que la mujer merece desprecio y maltrato por haber
tenido la culpa de la expulsión del Paraíso.
Si se analiza sin
prejuicios el mito de la Creación, lo que se ve es que, en la manera en que construye
el dios llamado por unos Yawe y por otros Elohim (este último nombre indicaría,
según algunos estudiosos, una naturaleza más femenina que masculina), hay una
secuencia que va de inferior a superior: primero hace lo inanimado y después lo
más complejo y avanzado. La creación
culmina en el ser humano, pero no en el varón, sino en la mujer. La mujer es lo último creado, y lo lógico sería
pensar que ella fue lo más perfecto y afín al dios creador, puesto que ese dios
parece ir aprendiendo en su tarea y sometiendo a prueba y estudio todo lo que
va creando. Dado que el varón ya llevaba
algún tiempo viviendo cuando hizo a la mujer, es de suponer que en ella habría
corregido los defectos que pudiera haber visto en él. Si el varón hubiese sido el último creado, las
iglesias habrían asegurado que él era la coronación del universo y que eso
probaba su superioridad innata y que había nacido para ser el rey de la
creación.
El hecho de que
en el mito el dios Elohim crease a la mujer de una costilla del varón fue
interpretado como señal de que había nacido para ser subordinada y servidora. Pero una costilla es una parte noble del
cuerpo humano, cercana al corazón, y es indudable que ese origen es mucho más
distinguido que el de nacer del polvo de la tierra, refrendado además en el
relato cuando Elohim decide que no pueden seguir en el Paraíso y le recuerda al
varón, no a la mujer, que ¨polvo eres y en polvo te convertirás¨. Si fuese
la mujer la que había nacido del polvo de la tierra y el hombre de una costilla
de ella, las iglesias se habrían apresurado a presentarlo como prueba
irrefutable de la superioridad del varón y de que la mujer era de peor origen y
calidad.
Según la interpretación
divulgada por las iglesias, la mujer fue la tentadora del varón por haberle
dado la manzana del arbol prohibido. Pero
si la serpiente, símbolo de sabiduría, se la hubiese dado al varón, habrían
dicho que se había dirigido a él por ser el más inteligente y el cabeza de
familia.
La llamada expulsión
del Paraíso sirvió para pintar un dios modelo de Patriarca autoritario,
caprichoso e iracundo, que arroja a los hijos del hogar paterno si desobedecen
sus órdenes, pero esa interpretación falsea el texto y no resiste el mínimo
análisis. Elohim les dice a Adán y Eva
que no deben tocar el árbol de la vida ni el del bien y el mal. Esos ¨árboles¨ parecen ser las principales
fuentes de energía del universo recién creado, el intrincado programa o
diagrama del mundo físico y espiritual. Según
la burda interpretación que las iglesias hicieron para apuntalar la idea de un Patriarca
varón y tiránico que trata a sus hijos como esclavos, Dios les dijo que no tocasen
aquellos árboles para poner a prueba su obediencia, pero sería mucho más lógico
pensar que les avisa de que no los toquen para que no averíen lo recién creado
y ocasionen una catástrofe. En aquellos
momentos toda la creación era muy nueva, y el varón y la mujer estaban aún
aprendiendo a manejar todo lo que en ella había. Lo
más probable es que hubiese llegado el momento en que estuviesen preparados
para la tarea de manejar las fuerzas o energías que los dos ¨arboles¨ contenían.
El aviso habrá sido como el que se daría
a alguien de que no tocase nada en una planta nuclear, aunque las energías en
juego serían mucho más poderosas y por tanto más peligrosas. Esto lo refrenda el que cuando Dios ve que
tocaron el árbol de la vida y dañaron el orden previsto, decide que lo mejor
será evitar que toquen también el árbol del bien y el mal, puesto que si descomponen
esas energías estarán condenados a vivir para siempre en el estado defectuoso
en que quedaron a raíz de haber alterado el otro árbol. Lo que dice Dios cuando los aparta del
Paraíso, que las iglesias quisieron interpretar como el castigo del Patriarca a
los hijos desobedientes, no es un castigo, sino una descripción o profecía de
lo que les sucederá por haber dañado la creación y haber quedado ellos mismos en
un estado debilitado. Al varón le dice
que tendrá que ganar el pan con el sudor de su frente, lo que en el estado
anterior no habría tenido que hacer, y a la mujer le confiere la potestad de
dar vida, pero le dice que tendrá que dar a luz con dolor y que, en el estado deteriorado
en que cayeron, el varón mandará en ella y ella le dejará hacerlo, lo cual
indica que en el estado original la mujer nunca habría permitido que el varón
ejerciese dominio sobre ella y que lo que lo que sucedió no fue lo que estaba ideado.
Si la potestad de dar vida se la hubiese
dado Dios al varón, las iglesias lo habrían presentado como prueba indiscutible
de que él era el superior. Las iglesias
nunca se opusieron a que los hombres desobedeciesen el ¨castigo¨ y sudasen lo
menos posible para ganar el pan, pero insistieron en cambio en que la mujer
debía acatar lo que, según ellas, era decreto divino, y tener los hijos con
dolor. Y es hoy el día en que esa idea
sádica, que daña a las mujeres y a los hijos, no solo la siguen imponiendo las
iglesias, sino todos los que desean que las mujeres sufran y los hijos también,
como conviene al sistema autoritario.
En el Mito de la
Creación, que tanto fue aprovechado para insertar misoginia y santificar el
patriarcado, no hay nada que pueda servir de base a esas interpretaciones. Hay desde el principio un Dios masculino y
femenino a la vez, inventor y trabajador, que hace la tarea solo en vez de
encomendársela a esclavos y que concibe al ser humano, varón y mujer, como
creador y no como siervo o vasallo. Lo
que es un relato sin atisbos de misoginia ni de autoritarismo, y en el que se
profetiza el abuso al que serán sometidas las mujeres como uno de los males que
ocurrirá, no como algo previsto y ordenado desde el principio, fue falsificado
para adaptarlo al patriarcado.
Leer un mito al
pie de la letra y extraer de él normas y mandatos es tarea absurda y propia de
ignorantes, porque un mito hay que entenderlo como si fuese música o poesía. Un relato que acentúa el espíritu creador y la
libertad fue devaluado y convertido en manual de despotismo y opresión. Sabios
doctores tendrían las Iglesias, pero, cegados como estaban por los dogmas del
patriarcado, no supieron leer el Mito de la Creación y transmitieron falsedad y
engaño.
Abril de 2018
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