Aborto y legislación

Teresa Barro

Hay problemas que no se pueden resolver con legislación porque surgieron de grandes abusos e injusticias y solo se podrán juzgar cuando dejen de existir las condiciones que los crearon.  En la cuestión del aborto hay dos bandos contrarios, tan empeñados en ganar y en que se les dé la razón que a los dos les costaría aceptar que lo mejor sería no legislar y que cada cual hiciese lo que mejor le pareciese.

En estos momentos la cuestión del aborto está tan politizada que ya parece haberse convertido en pregunta obligada para hacer a todos los políticos.  La contestación que den servirá para clasificarlos de derecha si no aceptan el derecho al aborto, y de izquierda si se manifiestan dispuestos a promover ese derecho.  La postura en contra es de ¨orden¨ y ¨valores¨,  y la de estar a favor es ¨progresista¨ y liberal.

Sería más fácil creer en la sinceridad de la defensa de la vida que hacen los que quieren que se castigue el aborto si aplicasen la misma severidad de juicio en otros casos. Muchas veces los que exigen que se castigue el aborto son partidarios de la pena de muerte, aceptan las guerras con naturalidad y no les importa que muchos tengan que vivir en el infierno de la miseria porque la vida es siempre sagrada y hay que dar las gracias por haber nacido.  Lo que quieren es el castigo, que se castigue a los que no respetan las leyes de la sociedad establecida, que es siempre una sociedad dominada por el patriarcado.   En el patriarcado la función de las mujeres es dar hijos a los varones para que la familia tenga continuidad por línea masculina.  Los hijos en la sociedad patriarcal no son de las mujeres, y por eso no se puede tolerar que las mujeres decidan por su cuenta en algo en lo que la propia sociedad se reserva el derecho a decidir.  Detrás de la postura en contra del aborto, cuando se manifiesta en forma de acción y de superioridad moral, hay casi siempre misoginia y un no querer admitir que el sistema que impuso el patriarcado es el culpable de que tenga que haber abortos.  La pobreza, la miseria, el engaño, el abandono, la insistencia en que se tengan hijos aunque no haya con qué criarlos, el miedo, el abuso, la falta de anticonceptivos y de cultura, la presión social, la destitución, la expulsión, la vergüenza, la humillación  y todo lo que surge de una sociedad en la que las mujeres nacen inferiores y para servir a los varones y a la familia ya constituida son las verdaderas causas del aborto, y sería más útil dirigir la indignación y el esfuerzo a corregir esos males que a castigar el aborto en sí y perseguir a quienes lo practican.

La postura contraria, de izquierda liberal, proclama que las mujeres tienen derecho a abortar y utiliza la frase surgida en el feminismo de mediados del siglo pasado de que ¨las mujeres tienen derecho a su cuerpo¨ para exigir ese derecho.  La frase debiera ser criticable desde el punto de vista feminista, puesto que refrenda y exagera la idea misógina, despreciativa y tiránica que sembró el patriarcado de que la mujer es solo cuerpo, venida al mundo para  criar otros cuerpos y entregarlos a la familia y a la sociedad.  En esa frase también se olvida que en la cuestión del aborto entran tres derechos: el de la progenitora, el del progenitor y el del ser creado, y no se tiene en cuenta que en algún momento los varones podrían afirmar que ellos también tienen derecho a su cuerpo, con consecuencias fáciles de imaginar, o que podría usarse, como ya se está empezando a hacer, para justificar prácticas como la de la mutilación genital, alegando que las mujeres jóvenes que se someten, o a las que someten, a esas prácticas ¨tienen derecho a decidir sobre su cuerpo¨.

En la postura ¨progresista¨ hay la indiferencia y falta de sensibilidad típica de la izquierda en las cuestiones relacionadas con las mujeres y un no querer entender que el liberalismo moral es como el liberalismo económico y tiene el mismo efecto de dar más fuerza y poder a quienes ya los tienen y hundir cada vez más a quienes no los tienen.   Los dos liberalismos, el económico y el moral, fomentan  la creencia habitual en el patriarcado  de que los nacidos ¨inferiores¨, entre los que están las mujeres, son menos humanos y apenas sienten y padecen porque no tienen sensibilidad y están acostumbrados a sufrir.  Abortar tendría que ser como beber un vaso de agua; no hay por qué convertir en tragedia ni tomar en serio las cosas de mujeres que son lo más natural del mundo.  Si tienen problemas será por culpa de ellas, al igual que en el liberalismo económico la culpa de la pobreza es de los pobres, que no saben ser ricos porque no nacieron para ello.   Así se tapan los ojos ante el hecho de que a las mujeres se les obliga a abortar con mucha frecuencia y que convertir el aborto en un derecho facilita que se ejerza presión sobre ellas.  Eso potencia la misoginia y el machismo de la sociedad patriarcal, porque exime de ver las causas que llevan a ello y justifica que todo siga igual o peor para las mujeres.

No legislar en ese asunto y tolerar que cada cual haga lo que quiera facilitaría que se fuesen viendo y corrigiendo las causas del aborto.  Si a los partidarios de una u otra postura les resulta difícil renunciar a manifestarse en algo de lo que se sienten muy seguros de estar en lo cierto y con derecho a imponer lo que les parece una verdad indiscutible, deberían pensar que el aborto es consecuencia de los males del patriarcado, que decretó la superioridad del varón y la inferioridad de la mujer para montar un sistema de ordenación de la sociedad jerárquico, elitista e injusto, y que la sociedad no está en condiciones de juzgar lo que provocó.  Mientras rija el patriarcado, cualquier juicio estará teñido de la misoginia, supremacía de lo masculino y ansia de ganar y aplastar a los oponentes que insertó ese sistema.

Lo que habrá, si los partidarios de una u otra postura se empeñan en ganar y legislar para imponer su creencia, es que seguirá la discusión sin fin y sin sentido acerca de si el aborto podrá practicarse antes de que transcurran dos semanas, cinco o diez, o, si ganan los del ¨bien¨, que no se permita en ningún caso y se persiga y castigue a las mujeres y a los que las ayudan a abortar.  Y si ganan los de la postura ¨progresista¨, que las mujeres se sientan obligadas a abortar aunque no quieran para que no se les acuse de atrasadas y de causar problemas, lo que convendrá a muchos, y a que no se usen métodos anticonceptivos porque, si algo pasa, se arregla haciendo que la mujer aborte.

Dirán los partidarios de que se persiga y castigue a las mujeres y a los que las ayudan a abortar que aumentarán los abortos si no se legisla en contra de esa práctica.  Pero ninguna mujer abortará nunca por gusto, como a ninguna mujer le gusta que la golpeen y dominen y como a ninguna mujer le gusta prostituirse, aunque la ideología que impuso el patriarcado haga creer otra cosa.

Diciembre de 2016

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