Izquierda y feminismo

Teresa Barro

La izquierda política suele presentarse como si fuese más feminista y defensora de los derechos de la mujer que la derecha, pero los hechos y la historia no respaldan esa suposición.  La izquierda se opuso desde el principio a que las mujeres votasen alegando que,  si se les permitía hacerlo, votarían derecha y empezó así una trayectoria, que nunca corrigió, en la que el ansia de ganar le llevó a traicionar la justicia que decía defender.

La izquierda no se ocupó en realidad del problema de la mujer porque no le dio importancia.  La marxista-comunista adoptó una actitud más ¨religiosa¨ que política  al dar por supuesto  que el triunfo de la verdad absoluta y la imposición del ¨dios verdadero¨  traerían la solución automática a los problemas de las mujeres.  La no comunista aceptó los dogmas de la otra sin mirarlos muy de cerca y sintió que hablar en nombre de los sometidos la hacía virtuosa e incapaz de errar en cuestiones de justicia.

La poca sensibilidad que la izquierda mostró hacia los problemas de la mujer se debió en gran parte a que no cuestionó el patriarcado y no admitió la posibilidad de que las mujeres pudiesen ser distintas de los hombres.  En el catecismo de la izquierda  toda desigualdad entre hombres y mujeres era producto del capitalismo y, cambiando de régimen, terminaba el problema.  Los problemas que las mujeres pudiesen tener eran insignificancias que se solucionaban en cuanto trabajasen fuera de la casa.   Se aceptó sin crítica y sin pasar de la superficie la situación creada por el patriarcado de que el trabajo en la casa y con los hijos no contase, sin pararse a pensar que si no contaba  era porque lo hacían las mujeres y que si hubiese sido adjudicado a los hombres sería el que tendría más categoría de todos.

La ideología de las mujeres de la izquierda política, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo pasado,  fomentó la adoración de lo masculino y defendió el dogma antes que la justicia al no admitir que el maltrato de las mujeres no provenía únicamente de los hombres o de la sociedad capitalista, sino que formaba parte esencial de un patriarcado en el que las mujeres también colaboraban.   

La izquierda europea de catecismo, al tener todo resuelto de antemano, dejó de pensar y se apuntó a causas lejanas que no le obligaban a demostrar nada, o enmascaró y falseó dilemas morales haciendo creer que podían convertirse en causas de izquierda y resolverse por decreto.   La situación de superioridad moral en la que se colocó le sirvió para no atender a la raíz de los problemas y seguir patrones propios del patriarcado más recio y encallecido, como cuando, en nombre del respeto a las diferentes culturas, no se opuso a la mutilación genital de las niñas  o cuando eligió no dar importancia a la visión de la mujer que se tenía en los países árabes y al maltrato que recibían.   
Podrían analizarse las causas favoritas de la izquierda y demostrar que el haber puesto casi siempre el dogma antes del sentimiento y de la justicia la llevó a adoptar actitudes que favorecen al patriarcado y fortifican la supremacía del varón y de lo masculino.


Enero de 2016 

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