Democracia

Teresa Barro

En estos momentos en que se está viendo que las ideologías políticas del siglo pasado funcionaron mal  y que aquel comunismo y capitalismo que tan opuestos parecían tuvieron resultados muy parecidos,  los políticos deberían dejar de invocar doctrinas que más que a política suenan a religión y de apoyarse en nombres y catecismos.   República, democracia, libertad e independencia pueden no significar nada y quedar solo en títulos de libros que no se escriben o que, cuando se escriben, son todo lo contrario de lo que el título hacía suponer.

Instaurar y mantener una democracia es muy difícil y lo será siempre, sobre todo cuando lo que rige aún es la creencia en la superioridad e inferioridad innatas, en el derecho a imponer ¨la verdad¨ o ¨lo mejor¨ y en el deber de acallar y anular a los demás.   Para que la democracia funcione hay que creer en la dinámica de la diferencia y en que siempre hay algo que aprender de lo nuevo y de los que no piensan como uno.

Lo que ocurrió con la instauración de la democracia en España después la de muerte de Franco fue que cambió la forma pero no se hizo nada por cambiar la estructura social y económica ni el modelo de enseñanza.   El hecho de que mudase la retórica y de que hubiese gobiernos ¨de izquierda¨  que se apresuraron a presentar como grandes cambios traídos por ellos los que habían venido con el paso del tiempo o lo que ya había en tiempos de Franco, hizo más fácil disfrazar la realidad de que España seguía siendo un país que no se ganaba la vida, en el que no había trabajo y no se hacía nada para que lo hubiese, y en el que no había ni podía haber ambición legítima porque eso era lo que no se permitía y se cortaba de raíz.

Lo que quieren los votantes, en España y en todo el mundo, es que los políticos dejen de apoyarse en doctrinas milagrosas  que lo resolverán todo sin que haya que hacer nada y que analicen los problemas con veracidad, actúen con conocimiento del pasado y visión del futuro y expliquen los pros y los contras que siempre hay y habrá en todo.   Para que una democracia funcione es preciso que haya oposición, y la oposición democrática no consiste solo en protestar, sino en presentar puntos de vista distintos de los del gobierno.   Y sería esencial reconocer que no puede haber democracia sin libertad y que no puede haber libertad sin trabajo.   Cuando falta trabajo y solo hay puestos que se otorgan por cuentagotas,  lo que  se fomenta es el miedo y el vasallaje a oligarquías omnipotentes que, o no trabajan y esperan que los demás les resuelvan la vida, o se apoderan de los puestos más importantes  y actúan con despotismo e incompetencia.   Este es uno de los males de España desde hace mucho tiempo y es lo primero que los políticos tendrían que aspirar a corregir para que pueda haber democracia.


Febrero de 2016

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