Economía y política en la Unión Europea
Teresa Barro
La disputa actual
entre Alemania y Grecia es el resultado lógico de que en la Unión Europea se
sacrificase la economía a una política de unificación por encima de todo.
Grecia no puede pagar las deudas que amontonó en los tiempos en que parecía que
la UE ofrecía prosperidad eterna y Alemania insiste en que se paguen esas
deudas. Antes hubiera sido fácil que se llegase a un acuerdo y se le
facilitasen las cosas a Grecia, como se le facilitaron para que pudiese entrar
en la Unión aun sabiendo que las cuentas que presentaba eran falsas, pero todo
cambió ahora que se ve que la economía de la Unión Europea sólo funciona bien
para las elites y se perciben ya las trampas y los descosidos.
En Europa podría
haberse establecido un mercado común en vez de la Unión Europea y es posible
que hubiese funcionado bien, como sería también posible que funcionase bien un
tratado de comercio entre algunos países de Europa y los Estados Unidos. El que
ahora están negociando casi en secreto la Unión Europea y los Estados Unidos no
podrá funcionar. Si llega a firmarse, de
libre comercio no tendrá nada, se impondrá de forma antidemocrática y se
administrará dando preferencia a la política y a lo que decidan las elites y
los burócratas sobre la economía. El mercado común que precedió a la Unión
Europea tuvo siempre, desde el principio, el objetivo de forzar la unión
política y en ese sentido fue un engaño. Fue un medio para obtener un fin
político y ocurrió lo que ocurre cuando se sacrifica la economía a la política
y, sobre todo, a la política autoritaria, que acaban actuando la una contra la
otra y funcionando mal las dos.
La idea era que
los países más ricos y adelantados ayudasen a los países más pobres a
desarrollarse y adelantar y que, al hacerlo, también les fuese bien a ellos con
la creación de un mercado amplio y las ventajas de inversión que ofrece el
subdesarrollo a los países más desarrollados.
Si eso hubiese
sido un proyecto económico sin más, tal vez habría podido salir bien. Pero la
economía no contó para nada, porque de lo que se trataba era de usarla como
soborno para que los países quisiesen formar parte de la Europa unida. Fue todo
un manejo entre las elites políticas. Los países más pobres del Sur recibieron
dinero a manos llenas de los países del Norte y nadie se ocupó de vigilar cómo
y en qué se gastaba. Ese dinero en general se despilfarró y fue a parar a los
bolsillos de las elites y de sus protegidos, con lo que la división entre
pobres y ricos se acrecentó y se abrió un abismo entre ellos. Lo que no ocurrió
fue el prometido aumento de prosperidad
y adelanto en los países receptores, que ahora quedaron a la espera de un
milagro que los salve del naufragio.
Los habitantes de
los países del Sur vieron la Unión Europea como la salvación de sus males y la
posible curación del mal gobierno y la corrupción sistémica que los ahogaba.
Las elites políticas de esos países la vieron como fuente inagotable de
ingresos y como la mejor disculpa para no tener que ocuparse de gobernar ni de
tomar decisiones, porque ¨mandaba Bruselas¨ en todo. Los políticos se
convirtieron en gestores, capataces y hombres y mujeres de confianza de los que
manejaban los hilos desde un centro que no rendía cuentas a nadie. A los
políticos de los países del Norte también les vino bien la situación hasta que
empezó a fallar el sistema y a verse que no podía funcionar.
Muchas de las instituciones democráticas de
Alemania no están de acuerdo con las trampas económicas que se están haciendo
en la Unión Europea y a los alemanes corrientes les molesta e indigna que el
dinero que ellos hacen con esfuerzo, trabajo y buena administración vaya a
parar a países en los que les parece que no se trabaja. No entienden que en
esos países en los que ellos ven falta de ganas de trabajar y de administrarse
bien, las elites que los gobiernan no permiten que haya trabajo ni buena
administración porque su ¨forma de vida¨ es otra y no quieren renunciar a ella.
Lo que las elites políticas de la propia Alemania y de la Unión Europea saben y
no dicen es que es inútil hablar de mercados libres y de instituciones que
funcionen bien cuando se trata de países que, aunque tengan en apariencia un
régimen democrático, están en manos de mafias políticas, religiosas, sociales y
económicas que se reparten el poder y el dinero entre ellas. La Unión Europea,
en su prosecución obstinada de la unidad política, alentó y sostuvo a esas elites y mafias para
que ayudasen a conseguirla y con ello les dio más poder del que ya tenían.
Abril de 2015
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