La verdad no se puede imponer

Teresa Barro

El siglo veinte estuvo marcado por ideologías que, aunque seculares y ateas algunas de ellas, se vivieron como verdades de carácter absoluto y ¨religioso¨.  Fueron catecismos que dictaron lo que estaba bien y lo que estaba mal y llevaron a la creencia de que toda transgresión de las verdades absolutas e indiscutibles que aseveraban merecía ser castigada.  Los ¨buenos¨ tenían el derecho y el deber de ganar a los ¨malos¨ para así poder establecer la doctrina exacta y el paraíso terrenal.  No había diálogo posible entre los distintos bandos porque todos se creían en posesión de la verdad y con derecho a imponerla.  El resultado fueron guerras calientes y frías armadas y aprovechadas por elites políticas, religiosas, económicas y sociales  que usaron los distintos dogmas y catecismos para hacer todas lo mismo: obtener poder y riqueza para ellas y vivir a cuenta de los demás.  Nadie hubiera podido imaginar hacia mediados del siglo veinte, pasadas las dos guerras mundiales, que los países comunistas adoptarían el capitalismo y que los países capitalistas se parecerían cada vez más en el modo de funcionar a los países comunistas.

Las ideologías del siglo veinte fueron autoritarias y totalitarias, y el autoritarismo hace que nunca se analicen los problemas con intención de corregir los defectos.  La ¨verdad¨ que se quiere imponer es perfecta y servirá para siempre.  Si se gana y se impone, todas las piezas caerán en su sitio y todo funcionará bien sin que haya que hacer nada.  La crítica, el escrutinio y el pensamiento son amenazas a la ¨verdad¨.  Para el autoritarismo la gran enemiga es la libertad de pensamiento, de acción y de expresión y por eso la coarta con grandes ¨verdades¨ que no admiten discusión.

Aspirar a imponer la verdad y creer que con eso basta hace que se acumulen errores en vez de corregirlos y se pongan remiendos en vez de encontrar soluciones.  Partir de un principio que pueda ser verdad no garantiza que se sepa cómo ponerlo en práctica.  Poner en práctica principios buenos y verdaderos es tarea que siempre será difícil y que nunca acabará, porque lo que hoy puede parecer justo, mañana podrá parecer injusto, o porque las circunstancias serán otras, o porque habrá datos nuevos, o porque no se vieron los defectos del modo de pensar inicial.    

Enero de 2015






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