España y el dinero

Teresa Barro

España, que antes de los reyes ¨católicos¨ era un conjunto de países con una actitud normal hacia el comercio y el dinero, fue adquiriendo, empujada por la Inquisición, una actitud de desprecio a ¨los mercaderes¨ y ¨al cochino dinero¨.  Como el trabajo pasó a ser pecado y muestra de no tener la sangre limpia, había que ser mendicante y no trabajar.  Al desaparecer casi por completo la posibilidad de ganarse la vida con un trabajo honrado, el dinero tenía que venir de algún sitio, pero no se sabía bien de dónde, del imperio, del gobierno o del cielo. Se fue adentrando la actitud de ¨que nos den¨, que sigue ahora y es lo que hace que se vea a la Unión Europea como la proveedora de estos tiempos, la fuente de la que se espera que venga la manutención y la riqueza, aunque en realidad sea más lo que quite que lo que dé.

Si cualquiera de los gobiernos españoles hubiese tenido la más mínima intención de cambiar el modo de vida de España y de llevarla a que entrase en el mundo comercial e industrial en el que están los demás países, en vez de dejarla aislada como siempre, habría aprovechado los fondos europeos que se recibieron a manos llenas para construir una buena red de ferrocarril que sirviese para transportar mercancías, en vez de hacer carreteras y trenes de lujo que sólo sirven para facilitar el desplazamiento de las elites.  Pasada la euforia del ¨desarrollo¨ y del dinero fácil, la vuelta es a lo de siempre: al desempleo masivo y endémico y a que la única forma de conseguir un medio de vida sea siendo funcionario o marchando del país.

Hay hipocresía en el enfoque habitual que se hace en la Unión Europea de la diferencia entre los países del norte, trabajadores y ordenados según ese enfoque, y los del sur, ineptos y aprovechados.  Los países del norte, encabezados por Alemania, sabían muy bien, antes de la  austeridad que después exigieron haciéndose las víctimas, que el dinero que facilitasen a los del sur iría a parar a las elites y a las mafias, a las que en muchos casos sobornaron para propiciar la unión política.  Les convenía ayudar al ¨desarrollo¨ de esos países porque eso significaba mercados cautivos para ellos. Entregarles dinero fácil era como dar droga a un adicto. Los del norte actuaron como vendedores de droga y los del sur como consumidores que quedaron peor de lo que estaban.

España tendría que proponerse cambiar de actitud hacia el comercio y el dinero y aprender a crear riqueza y bienestar en vez de esperar que ¨le den¨ sin hacer nada. Precisa marcarse el objetivo de crear una buena base económica pensando no sólo en lo que tiene, sino en lo que podría tener.


Diciembre de 2014

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