El estado del mundo
Teresa Barro
Lo que ocurrió en
estas últimas décadas fue que se instituyó la idolatría del dinero y se
consiguió que todo lo demás desapareciese. Se hizo creer que el que algunos
tuviesen toda la libertad posible para hacer dinero, aunque fuese atropellando
y robando, sería bueno para todos, porque eso daría riqueza a las naciones y al
mundo entero.
Tal vez pueda
hablarse de creación de riqueza cuando se trata de emprendedores capaces de
sacrificar su propio dinero y de trabajar duro para hacer realidad una visión,
pero no cuando se trata de manipuladores de las finanzas que juegan con el
dinero de los demás y sólo aspiran a acumularlo para ellos mismos. Esas gentes a las que se dio plena libertad
para hacer lo que quisiesen no produjeron nada de provecho y hundieron la
economía de las naciones y la economía mundial. Lo único que hacen es mover el
dinero de un lado a otro para ¨maximizar¨ las ganancias sea como sea y pase lo
que pase.
En nombre de una
libertad de mercado a la que se otorgó santidad e infalibilidad suprema, se
animó la ¨privatización¨ de todos los bienes comunes, dando con ello la
oportunidad a algunos de que se enriqueciesen con la adquisición sin tener que
responsabilizarse de nada, puesto que, si salía mal, se haría cargo otra vez el
estado y los contribuyentes tendrían que pagar de nuevo por lo que se les había
robado. El trabajo se convirtió en un bien despreciable al que nadie tenía
derecho, y se permitió y alentó que los manipuladores de las finanzas creasen
un ambiente propicio a que se despidiese de las empresas a todos los que
trabajaban y se regalasen a sí mismos sueldos y bonificaciones que bastarían
para sostener a las empresas y hasta a los países que hundieron. Esto se hizo
para que no hubiese obstáculos al enriquecimiento desenfrenado de algunos y
para conseguir el sometimiento de los demás con la humillación y el miedo. La
precariedad del empleo y la falta de trabajo, o el trabajo ínfimo y mal pagado,
sirvieron para dejar en claro que, si alguien pensaba que habíamos entrado por
fin en unos tiempos en los que cabía esperar progreso y que la vida fuese mejor
y más justa, se había equivocado. Lo que se quiso hacer, y se consiguió, fue
volver a lo de antes o a lo de siempre, pero peor, porque no hubo muchas épocas
en la historia en que los financieros tuviesen todo el poder y nada ni nadie se
les opusiese. Lo poco de democracia que se había conseguido quedó barrido con
el imperio mundial que se creó al mando de unos pocos. La ¨financiarización¨ de
la economía hizo que los ricos no tengan que pagar por nada y los pobres tengan
que pagar por todo.
Los que manejaron
las finanzas en provecho propio crearon crisis económicas que afectan a los
demás pero no a ellos, y las seguirán creando, no sólo por su avidez, sino
porque son incompetentes y ni ellos mismos entienden lo que hacen. Son
jugadores a corto plazo y en el largo ni siquiera piensan.
Se permitió y
alentó una actuación criminal y destructiva, y habría que preguntar cómo
alguien puede haber creído, y permitido que se creyese y apuntalado la creencia con toda clase de ¨pruebas¨ y aparente seriedad académica un disparate tal
como el de que el mercado es inteligente y puede regularse a sí mismo, cuando
es lo más fácil de manipular. Viene siendo como decir que no hay que regular el
tráfico porque se regulará a sí mismo si se deja solo: el resultado inmediato
sería que acabarían circulando a su antojo los que tuviesen autos grandes,
costosos y potentes y deshaciéndose de ¨obstáculos¨ para quedarse solos, y los
que no los tuviesen tendrían que ir a pie a todas partes y escapar para que no
los atropellasen.
Septiembre de
2014
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