El despido de los políticos

Teresa Barro

No debiera permitirse que el derecho al despido se practique sólo de arriba abajo y se despida únicamente a los empleados y los trabajadores. Habría que practicar el derecho a despedir a los  políticos y gobernantes que no cumplen lo prometido y no hacen lo que dicen. Quienes sostienen y pagan a los gobernantes son los contribuyentes, y es una burla que los que gobiernan se conviertan en elites y puedan entregar a quien quieran el poder de recortar, despedir y dejar sin trabajo a los que les pagan a ellos.  Es un atraso que los que forman parte del gobierno de una nación puedan hacer lo que quieran, una vez ¨elegidos democráticamente¨.  La práctica de la democracia no debiera acabar en unas elecciones a partir de las cuales los elegidos pueden con impunidad demostrar incompetencia, tiranía, frialdad e indiferencia. Las elites dan un aire ¨religioso¨ a las constituciones y a las elecciones y las convierten en sacrosantas para que haya apariencia de democracia cuando no hay ninguna.

Cuanto más impera la corrupción y el atraso en un país, más difícil es deshacerse de las elites y las mafias que tienen todo el poder. Aunque el régimen se llame democrático, al no haber auténtica oposición ni posibilidad alguna de salirse de lo mandado por los que manejan los hilos del poder, a unos políticos que mientan, engañen y estén en la política para adquirir dinero, figurar y enriquecer a sus amos, les seguirán otros que harán lo mismo. Lo que hay que hacer es atacar el sistema y derrumbarlo, no por la fuerza de las armas, sino por la fuerza de la voluntad común y el deseo de adelantar y salir del marasmo.

Habría que elegir, para empezar, uno o dos temas en los que no se permita que los políticos hagan trampa y en los que se exija el resultado que se quiere, sin evasivas. Conseguir electricidad muy barata, por ejemplo y algunos alimentos muy baratos también, para que nadie tenga que pasar hambre y frío. Ningún partido político, tal como están, lo hará en la práctica, porque, aunque dijese que lo va a hacer, las elites y las mafias no se lo permitirían. Pero, si la gente no está dispuesta a dejarse engañar, entenderá que es posible y deseable hacerlo, demostrará su disgusto con los que no lo hagan y despedirá, u obligará a que  despidan, al político en cuestión, y después a su sucesor y demás sucesores hasta que se llegue a quien lo haga. Plantarse en silencio ante la vivienda o el lugar de trabajo de un político, o alguna actividad semejante, y hacerlo una y otra vez, daría resultado, porque los políticos aguantan mal el desprecio y la crítica auténtica. Llegará un momento, como llegó siempre en la historia, en que las elites se sentirán impotentes y tendrán que darse por vencidas en el tema de que se trate.

Para ganar esa batalla lo esencial es tener el objetivo claro, que hay que conseguir electricidad y algunos alimentos  baratísimos, y no permitir las desviaciones que, en nombre de la economía o cualquier otra cosa, tratarán de hacer los que no quieren de ninguna manera renunciar al poder absoluto que ahora tienen.


Marzo de 2014

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