Centralismo y separatismo en España
Teresa Barro
Es esta una cuestión
que se podría analizar con serenidad,
sin caer en posturas intransigentes y exageraciones emotivas y buscando
lo mejor para el país y los países que integran el estado español. Hacer ese
tipo de análisis es uno de los rasgos que distingue a las naciones más
adelantadas y supone una conquista del poder por parte de los habitantes de esas
naciones frente a las elites que sólo buscan lo que les favorece a ellas.
Los dos bandos,
el ¨españolista¨ y el ¨independentista¨, hablan y actúan con rabia y enfocan el asunto
de una manera demasiado personal. Habría que sacar esa cuestión de la ideología
y tratar de plantearla con argumentación y razonamientos de toda índole,
históricos, teóricos y prácticos, y, sobre todo, con visión de futuro. Cuando
se mete un asunto o un problema en un ¨paquete ideológico¨, el propio asunto
queda ahogado en una maraña de imposiciones y emociones desatadas y sentimientos
poco inteligentes y de mala calidad, y al final lo que importa no es enfocarlo
bien y llegar al mejor resultado posible, sino ganar al contrario, con lo que
no se adelanta nada. Eso es lo que siempre promovieron las elites, que saben
manejar muy bien esas situaciones en provecho propio y sacarles partido dejando
que los enardecidos y los exaltados se peleen entre sí.
España no siempre
estuvo centralizada. La España anterior a los reyes católicos y a la
Inquisición era un conjunto de países diferentes e independientes con algo en
común. En la época de los reyes católicos se inició, con ayuda de la iglesia y
la Inquisición, un proceso de centralización brutal, con robo, persecución,
opresión y aplastamiento de las economías y de todo lo que no estuviese a las
órdenes directas de la corona y la iglesia, aliadas desde entonces hasta ahora.
España vivió, durante los más de trescientos años que duró la Inquisición, en
un régimen de terror y pérdida de recursos económicos y humanos. Ese régimen
persiguió el saber y el conocimiento para domar, amansar, embrutecer y sumir en
la impotencia a los habitantes del país y que no pudieran oponer resistencia.
Cuando terminó la
Inquisición, la labor de amputación de facultades y negación de oportunidades
estaba hecha, el país sumido en la pobreza y la mentalidad inquisitorial y
propicia al dogmatismo inculcada. España se convirtió en un país opuesto al que
había sido antes de los reyes católicos, crédulo, pasivo, poco creativo y
oscilando entre el arrebato y el letargo. Y viviendo siempre en la ¨picaresca¨
y bajo las normas mafiosas de las elites, sabiendo que para sobrevivir había
que arrimarse al poderoso y conseguir padrinos.
La centralización
que se llevó a cabo en el régimen inquisitorial tuvo como motivo el latrocinio
y dejó a todos los países que formaban España empobrecidos e impotentes frente
a la usurpación y el despojo que se cometió. La propia Castilla, a pesar de ser
el ¨centro¨, fue tan sometida y empobrecida como los demás. Todo el sistema, expoliador
al máximo, estuvo pensado para crear
elites pegadas a la corona y a la iglesia y favorecerlas a expensas de los
demás.
Un sistema de
dictadura y centralismo tan enconado como el que se instituyó en España,
acompañado además por un adoctrinamiento ¨religioso¨ que lo santificó y lo puso
de modelo de ¨valores cristianos¨,
afecta a la mente y al sentir, y siembra miedo, rabia, despecho, envidia e
inseguridad, y también arrogancia, egoísmo, despotismo y racismo. Todo lo cual
hace que haya que curarse de ello, como de una enfermedad, y crear las
condiciones necesarias para pensar en el bien individual y el bien común. Los
sistemas y regímenes mafiosos y desvalijadores hacen imposible que se piense en
el bien común, porque siempre se acabará haciendo lo que quieran los que tienen
el poder.
A una España
¨dividida¨ y ¨rota¨ podría irle mucho mejor que a la España unida a la fuerza.
Ese parece haber sido su estilo antes del régimen inquisitorial y el que esa disposición
u orientación siga viva, a pesar de todo lo que se hizo para acabar con ella,
hace pensar que es profunda y auténtica. Cultivar la diferencia entre los
distintos países con gusto y viéndola como una riqueza y una ventaja, en vez de
verla como una desobediencia a la autoridad, sería un estímulo para la
creatividad.
Febrero de 2014
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