Engaños antidemocráticos
Teresa Barro
Presentar lo que
quieren las elites, valiéndose de los políticos que forman parte de ellas o
que obedecen sus dictados, como la única
opción posible o como lo natural e indiscutible, es uno de los engaños que
habría que combatir, empezando por la economía general de las naciones.
Tan importante es
el dinero que se tenga como lo que se quiera hacer con ese dinero, pero rara
vez o nunca se plantea así en la política llamada democrática, en la que, sobre
todo en estos últimos tiempos, hay que ¨producir¨ al máximo aunque no se sepa
para qué y no se vean los resultados, porque lo que se quiere hacer con el
dinero es lo que deciden las elites sin consultarlo con nadie.
Lo que cada
persona quiera hacer con el dinero que tenga o adquiera va a decidir mucho de
su vida, casi todo, porque lo que haga dependerá de los valores, las
aspiraciones y el sentido que se crea que tiene esa vida. En el manejo del
dinero se puede ser pródigo o avaro, egoísta o generoso, codicioso o desprendido,
verlo como símbolo de poder o sólo como una necesidad, y de cómo se entienda
dependerá también la relación con los demás. Lo mismo ocurre con las naciones.
En estas últimas décadas se impuso la adoración al dinero, pero, en vez de dar
los resultados prometidos, que eran que
la economía de todas las naciones y la del mundo entero florecería y se viviría
mucho mejor, lo que ocurrió fue que se hundió la economía de las naciones y la
de todo el mundo. Y seguirá hundiéndose cada vez más si no se acepta que la
economía y el dinero deben estar al servicio de los seres humanos y no los
seres humanos al servicio de la economía.
En el llamado
mundo occidental se había conseguido establecer estructuras que ofrecían más
oportunidades para todos. Se destruyeron para volver a un mundo en el que sólo
pueda haber los muy ricos y los muy pobres y en el que se puedan hacer grandes
fortunas esclavizando a los demás, a los que no ¨valen¨, a los ¨perdedores¨.
Los negocios y las empresas se organizan, para que eso ocurra, de tal modo que
los que estén arriban ganen salarios descomunales que nadie puede merecer y los
demás tengan que trabajar en condiciones cada vez peores, ganando menos hasta
que no ganen nada y tengan que trabajar por la comida, y acabando como los
esclavos en los barcos negreros, en los que se les apretaba lo más posible para
que ocupasen menos espacio y la ganancia fuese mayor.
Eso será lo que
ocurra si se deja que el sistema continúe. Por lo tanto, hay que cambiar el
sistema y, para ello, lo primero que hay que plantear en cada nación es a qué
tipo de vida se aspira y hacer de eso el objetivo de la economía.
Octubre de 2013
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