El estado de bienestar
Teresa Barro
El estado de
bienestar fue un gran acto de creación contra corriente, el único quizá que
hubo en política, donde lo que impera es la repetición, el remiendo precario y
la solución a corto plazo. Respondió a pensar que había que hacer algo para combatir
los grandes males de la sociedad y a que, si era posible organizarse para la
guerra, debiera ser también posible organizarse para la paz.
En Inglaterra,
donde se inició el estado de bienestar en gran escala, la idea pareció absurda
e inviable: ¿cómo iban a tener derecho a tratamiento médico ¨gratis¨ todos los
habitantes del país? La profesión médica se opuso con fuerza, pero se logró
convencerla y negociar con ella. La administración de semejante empresa a
escala nacional parecía imposible, pero se hizo, y los beneficios fueron tan
obvios para el país y sus habitantes que se fue copiando más o menos en muchos
países de Europa hasta que se convirtió, como se está viendo ahora, en lo que
caracteriza a la cultura europea frente a las otras y sobre todo a la
estadounidense.
En cuanto empezó
a funcionar la seguridad sanitaria nacional, el National Health Service, se descubrió que era mejor para todos, y
un gran alivio, que no hubiese que arruinarse para pagar asistencia médica o que
perder la salud por no poder pagarla, y que la gente pudiese ir al oculista en
vez de quedar ciega o casi ciega y tener que usar el fondo de las botellas como
lupa para poder leer algo, y que el que la salud de todos mejorase y se pudiese
hacer medicina preventiva e investigativa era bueno para el país en general.
El estado de
bienestar proporciona seguridad, y eso es lo que no quieren las elites que
gobiernan el mundo, que saben que la inseguridad, la precariedad y el miedo son
fundamentales para que nadie se les oponga. En estas últimas décadas la
política consistió en desmantelar todo lo que pudiese dar seguridad y fomentar
todo lo que pudiese sembrar el miedo, para que nadie se creyese con derecho a
nada. Las elites siempre se guiaron por el principio de que ¨cuanto más se les
da, más piden y exigen¨, por lo que no hay que dar nada. Y ese principio es el
que rige por detrás de toda la retórica y de las cuentas mal hechas que se presentan
para destruir toda posibilidad de que alguien se crea con derecho a nada.
En el fondo es
una cuestión de qué es lo que quiere una nación. ¿Es mejor dedicar el dinero a
la guerra, fomentar el tráfico de armas y que cada cual se arregle como pueda en
un mundo en el que sólo se pueda aspirar a sobrevivir y en el que para vivir
bien haya que pisar a los demás, o es mejor dedicarlo a que se pueda vivir con tranquilidad
e independencia?
Octubre de 2013
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