Mesianismo

Teresa Barro

La vida en España nunca cambió en todos los siglos que siguieron a los reyes católicos. Las pautas quedaron marcadas en aquel reinado y el modo de vida que se impuso llegó a parecer el único posible y hasta el deseable. Los extranjeros que en los siglos XVIII y XIX veían en lo que se había convertido la España arrogante y aún poseedora de un imperio pero que perdía todo por una falta de juicio casi incomprensible, empezaron a no tomarla en serio, a reírse de su humillación continua en el exterior y su incompetencia también continua en el interior, y a tenerla por un país de pobres y mendigos en el que nada funcionaba bien. Los habitantes de España también lo veían, pero no sabían cómo poner remedio a aquellos ¨males¨ que todo lo devoraban como una enfermedad perniciosa y sin cura.

Los males hubieran podido remediarse con menos fe en que Dios estaría siempre de parte de sus ¨elegidos¨ y con una política acertada que atacase la raíz y no los síntomas de la enfermedad, pero quien mandaba era la misma Iglesia que había plantado esos males y los cultivaba para tener un país sometido que se dejase manejar al gusto de ella. La censura, la mala formación intelectual y la pésima enseñanza, junto con la catastrófica economía, hicieron que la política consistiese en hablar, simplificar y no pensar. La censura hizo que la única fuente de información fuese la tertulia en la casa o en el café. Como leer estaba mal visto y casi prohibido,  los habitantes de España se acostumbraron a recibir el conocimiento ¨de oídas¨ y al dictado, con pasividad y sin crítica, y se volvieron crédulos. En los demás países de Europa, y más tarde en los de América, había gentes con las facultades intelectuales despiertas y capaces de analizar con inteligencia  las situaciones internas y externas, como las había en España antes de que con la Inquisición se persiguiese el conocimiento y el saber. En la España creada por los reyes católicos las mentes estaban cerradas y no contaban con la información y formación necesarias para abrirse y enjuiciar bien. Eso llevó al extremismo y a verlo todo en blanco o negro: o todo o nada, o bueno o malo, o católicos fanáticos o ateos fervientes, siempre creyendo que la idea, el principio o la creencia podían resolverlo todo si se ponían en práctica.
Surgieron los exaltados de un bando y los exaltados del contrario, todos los cuales aspiraban a aniquilar al otro y daban por hecho que haciéndolo se instauraría un paraíso en el que todo sería goce y satisfacción, sin que hubiese para ello que trabajar ni que pensar o que cambiar la economía y la forma de vivir. Y así surgió el mesianismo y el quedar siempre a la espera del ídolo, el milagro y la panacea que resolverían todos los males.


Junio de 2013

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