La centralización y unificación de España
Teresa
Barro
España antes de los reyes católicos era un
conjunto de países distintos, cada uno de ellos con su propia vida y su propio
sistema de gobierno. Los reyes católicos ¨centralizaron¨ haciendo focos de poder en lugares que ellos
dominaban y dejando sin recursos a todos los demás. En muy poco tiempo los prósperos puertos del Levante y del Norte quedaron
anulados y despojados de sus instituciones y de toda posibilidad de tener vida
propia. Los reyes católicos se apresuraron, por ejemplo, a deshacer la
Hermandad de la Marisma, una especie de Liga Hanseática de los puertos del
Atlántico y el Cantábrico que se había creado en el siglo XIII y se había
convertido en una potencia naval y comercial. También Cataluña y todo el
Levante se empobrecieron en seguida porque no se les permitió comerciar ni
gobernar sus asuntos como antes.
A partir de los reyes católicos España estuvo
casi siempre en bancarrota. La riqueza que venía de las Américas iba directa a
los banqueros venecianos y genoveses para pagar las interminables guerras
religiosas. El trabajo estaba mal visto y despreciado, el conocimiento estaba mutilado
y perseguido, y lo único que se buscaba era facilitar que todo el dinero y las
posesiones fuesen a parar a manos de los aliados de la Corona y de la Iglesia.
En la versión de la historia que se
transmitió, los reyes católicos habrían iniciado la grandeza de España con la
¨unificación¨. Si España hubiese estado en aquel entonces dividida o en manos
ajenas podría haber precisado unificación, pero la Reconquista ya estaba
terminada cuando ellos llegaron y la península ibérica era un conjunto próspero
y creativo de distintos países que se entendían bien entre sí. La España de
antes tenía la dimensión local, nacional e internacional que se precisa para
ser una nación. Lo único que quedó después fue la dimensión local. La España
que crearon los reyes católicos no llegó a tener la dimensión nacional porque
se fomentó la división y la malquerencia entre los distintos países que la
formaban y nunca hubo un proyecto de nación. No pudo conservar tampoco la
dimensión internacional que antes tenía porque el extranjero quedó mal visto y
prohibido, y un país cerrado no puede formar parte de la política y el convivir
entre naciones. Lo que se llamó España desde entonces fue un país aislado y
dividido, formado por localidades en lucha entre sí, sin rumbo ni proyecto como
nación y sin capacidad para moverse en el ámbito internacional.
Junio de 2013
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