La iglesia y el empobrecimiento de España
Teresa
Barro
El que el trabajo se convirtiese en señal de
ser ¨judío¨ y hubiese que huir de él para evitar el calabozo, la confiscación
de bienes, la tortura y la muerte en la hoguera, tuvo consecuencias muy graves
que llegan hasta hoy. Hizo de España un lugar en el que había que ostentar la
holgazanería y el vivir no se sabía de qué para evitar sospechas. Como es
lógico, en un país en el que no se podía trabajar y en el que la mayoría de la
población tuvo que abandonar los trabajos honrados y dedicarse a la mendicidad
y al vivir como se pudiera, a partir de los reyes católicos, y con muy pocas
excepciones, no hubo un céntimo para nada. El oro de América iba directo a los
banqueros venecianos y genoveses. El poco dinero que había sólo llegaba para
que viviesen bien las poderosas órdenes religiosas y una pequeña elite de
aliados a la corona y a la iglesia. La única posibilidad para los demás de
tener un medio de vida fue, a lo largo de los siglos, conseguir uno de los escasos
puestos de la administración pública. Nada garantizaba que cobrasen el sueldo,
pero era la única ¨salida¨ y en 1840, por ejemplo, hubo 3.636 pretendientes a
treinta y tres puestos en Correos. En el campo se vivía en la miseria y en la
miseria vivían los curas de parroquia y los maestros (¨pasa más hambre que un maestro de
escuela¨se decía aún en pleno siglo XX).
La España en la que no se podía trabajar se
hundió en la pobreza, a pesar de que con el imperio debiera haberse hecho rica.
Nunca hubo ya dinero para hacer las obras y el sistema de transporte necesarios
para un comercio normal. El sistema de ferrocarril se construyó tarde y mal, no
pudieron construirse canales que surcasen el país y la poca industria que se
montó fue con capital extranjero.
La mentalidad creada por el régimen
inquisitorial llevó a que los de arriba no diesen importancia a toda esa
miseria y los de abajo la aguantasen con resignación o impotencia. A la pobreza
se sumó el que se diese siempre preferencia a la incompetencia, por envidia y
por falta de entendimiento y de cultura. La ¨armada invencible¨ de Felipe II
navegó hacia el desastre porque el rey se empeñó en poner al frente de la
expedición a un hombre sin pericia para ello, a pesar de que había otros que la
tenían. Prefirió eso a que alguien obtuviese gloria y pudiese hacerle sombra. A
ese desastre siguieron todos los demás por las mismas razones.
Dueña de un gran imperio, España tendría que
haberse convertido en una potencia económica y naval, como lo hizo Inglaterra,
pero el desprecio al saber y al trabajo que inculcó la iglesia con la ayuda de
las elites políticas y sociales llevó a la quiebra económica. Se creó una
marina costosísima, pero los buques no podían competir porque ni combustible tenían
para mantener la velocidad precisa.
La retórica
fue de poder y grandeza. La realidad fue de humillación y pobreza.
Marzo de 2013
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