El dogma de la privatización

Teresa Barro

El dogma de la privatización sirvió para que, con toda clase de sobornos y malas prácticas, pasase a manos de unos cuantos lo que pertenecía a las naciones, es decir, lo que se había adquirido con el dinero de los contribuyentes y era, por tanto propiedad de éstos, no de los políticos que lo vendieron.

Los políticos no quieren plantear la cuestión de qué debería ser público y qué privado. Para plantearla hay que partir de la creencia en que la sociedad tiene el derecho de organizarse con inteligencia, y eso los dejaría sin los puestos que consiguieron.

Las dos grandes ideologías políticas del siglo pasado, el comunismo y el capitalismo, en apariencia tan opuestas, hicieron lo mismo y tuvieron los mismos resultados. El comunismo favoreció lo público sobre lo privado y dejó que las elites se hiciesen con todo y empobreciesen a los demás. Y el capitalismo favorece lo privado sobre lo público para entregar todo también a las elites y dejar sin nada a los demás. Lo que carece de sentido es que los políticos que imponen o ayudan a imponer las privatizaciones hagan de sí mismos la gran excepción y cobren sueldos y pensiones del sector público.

Abril de 2012

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