Universidades


Teresa Barro

Se dijo que la universidad tenía que dejar de ser elitista y abrirse a todos. Pero lo que se presentó al principio como lucha democrática contra los privilegios de unos pocos, se volvió muy pronto obligación y necesidad ineludible, puesto que el título universitario ya hace falta para todo. Los estudios universitarios se han convertido en una pesada carga económica y emocional que afecta a padres y a hijos y los mantiene en estado de intranquilidad continua y en una dependencia que nunca acaba. Ya no es suficiente tampoco con la licenciatura, sino que hay que seguir estudiando y conseguir todo tipo de maestrías costosísimas. La universidad es tan cara en el sistema que se está imponiendo que los estudiantes tienen que endeudarse y pagar el resto de su vida por unos estudios de peor calidad cada vez. Y al final de todo eso no hay trabajo más que para las elites, que de todos modos tendrían el que quisiesen. La juventud se ve obligada a pagar por la trampa que se le tiende para atraparla en el sistema e inutilizarla.

¿Quién debería ir a la universidad? Quienes tengan esa inclinación y se sientan atraídos por ella. Obligar a que hagan esos estudios los que no tienen gusto por ellos es someterlos a una gran infelicidad y llevarlos a la frustración y al fracaso. Eso no es bueno para la juventud ni lo es para ninguna sociedad. La universidad ¨obligatoria¨ resta energía y conocimiento a los países, aunque se afirme lo contrario, y aplasta a la juventud, al hacerla ir por un camino largo y costoso que no conduce a ninguna parte.


 Diciembre de 2011

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