La historia de España

Teresa Barro

 

España es un país que no se entiende a sí mismo, hasta un punto pocas veces visto en la historia. Eso le da una fuerte propensión a imitar todo lo que hacen los demás sin preguntarse por qué. Es como si creyese que hay siempre una idea, una orden o un modo de hacer las cosas que viene dado y al que hay que apuntarse. Se apunta a las tendencias históricas como si fuesen modas y las acepta porque son lo que se lleva. No parece darse cuenta de que todo lo que ocurre en el mundo surge en algún momento en algún país. No parece entender el proceso por el que nace y se crea lo que se piensa y acontece. ¿A qué podrá deberse esa extraña actitud, tan infantil en el fondo, en un país que por edad debiera ser maduro?

Suele ocurrir esa falta de entendimiento de la realidad, tanto en personas como en países, cuando se oculta o se niega la propia historia o algún capítulo de ella que desazona y no se quiere analizar . Esto tiene graves consecuencias porque crea mala salud mental y emocional y no deja evolucionar. No querer analizar o interpretar el pasado hace que falte el conocimiento indispensable para entender el presente y que no se pueda forjar el futuro.

Hay países que tienen episodios en su historia que ocultan o que presentan como si mereciesen admiración y aplauso a pesar de que, bien analizados, estaría claro que son manchas. Algunos consiguen que se mantenga el secreto o el juicio tergiversado porque conviene a otros países que no se interprete bien la realidad. Aun así, a ellos les hace daño esa mentira y lo saben, porque renunciar a la propia historia, sea buena o sea mala, pesa mucho y arrastra hacia atrás y hacia abajo. España, sin embargo, es un país tan acostumbrado a no analizar su historia que eso le parece normal y cree que los demás hacen lo mismo. Los demás no lo hacen, o lo hacen en mucha menor medida, y por eso le toman la delantera. Cualquiera de ellos se entiende mejor a sí mismo que España, que ni sabe quién es ni lo que quiere.

 

Junio de 2011