Tesoros materiales y espirituales
Teresa Barro
En cuestión de dinero y posesiones no parece haber un modelo o ideal de vida. ¿Será mejor vivir en la pobreza o en la riqueza? Ni en política ni en religión parece saberse cuál es el tipo de vida que más propiciaría el cumplimiento del potencial humano y el bienestar del mundo. ¿Tendrá más valor "espiritual" no poseer bienes materiales o será preferible tener riquezas y crear con ello bienestar para todos? Aunque hay una especie de idea general de que no tener demasiados bienes materiales es mejor para el espíritu, rara vez se pone en práctica. Predicar la espiritualidad de la pobreza y llevar una vida regalada en medio de tesoros y riquezas es lo habitual. Lo cierto es que, se crea o no que debiera haber más igualdad económica y se defienda o no que haya ricos y pobres, falta un ideal de vida coherente que tenga sentido y se base en la lógica de la materia y del espíritu. ¿Qué clase de vida será la mejor? ¿La vida opulenta, la vida modesta, la vida de pobreza y sin bienes materiales?
Es posible que la falta de coherencia en la actitud hacia el dinero y los bienes materiales venga de olvidar que hay una relación fortísima entre lo que queremos poseer, los "tesoros" que ambicionamos, y el sentimiento. Y también de no tener en cuenta que el sentimiento forma parte de la inteligencia y puede ampliarla o embotarla.
Los "tesoros" que buscamos y acumulamos son el impulso principal de todo lo que hacemos y son también el bagaje con que andamos por el mundo. Lo que se quiere tener se quiere con el corazón, y es lo que nos mueve y nos "conmueve". "Donde está tu tesoro está tu corazón" y por eso hay que decidir qué tesoros hacer y qué bagaje llevar en la vida, si hacer tesoros de bienes materiales o si hacerlos de bienes intangibles.
Tanto la pobreza como la riqueza estrechan el corazón y pesan demasiado. En la pobreza el corazón y la mente están agobiados, y eso hace muy difícil o imposible seguir los caminos de la creación. La pobreza impide la independencia y por lo tanto la dignidad y el aprecio, y sin eso no se puede otorgar el valor debido a casi nada.
La riqueza no deja valorar más que lo que se compra y se vende, con lo que el campo de visión se reduce, el sentimiento se comprime y la inteligencia se acorta. Parece que los tesoros materiales hacen la vida más fácil, pero en muchos sentidos la hacen más dificil. Pesan como piedras y encarcelan a quien prende su corazón en ellos. Si es más difícil que un rico entre en el espíritu de creación que encontrar una aguja en un pajar es porque el rico ama sus posesiones y privilegios con todo su corazón. Tan atado está su corazón a todo lo que no forma parte de él que ni siquiera puede amarse a sí mismo.
¿Será, pues, la vida modesta la más aconsejable? No siempre. Si se hace porque no hay más remedio pero se ansía y envidia una vida de riquezas y privilegios, el corazón estará tanto o más prendido en el dinero y el poder que si lo tuviera, y el sentir estará tan encarcelado en la jaula de oro con que sueña como si viviese dentro de ella.
El corazón que se obsesiona con lo que de por sí tiene poco valor pierde calidad y se ensombrece. Si no se aprende a querer lo que tiene valor auténtico aunque no tenga valor de mercado no puede haber goce y alegría y tampoco libertad, porque todo lo que pueda satisfacernos dependerá de los demás.
Lo mejor para el espíritu es vivir con sencillez, y eso no se puede hacer si no es "de corazón". Si no se quiere de verdad vivir con sencillez y si no se tiene un corazón sencillo que aprecie lo bueno de este mundo sin desear poseerlo, la sencillez no asentará y, aunque se quisiera practicarla en principio, no bastará para contrarrestar las ganas de poseer y el deseo de demostrar que se es alguien con lo que se tiene.
Las leyes del espíritu son tan inexorables como las leyes físicas que gobiernan el universo. Y es ley inexorable del espíritu que lo que más vale no se puede comprar ni poseer. La vida sencilla y los tesoros de bienes intangibles con valor intrinseco amplían la mente y el corazón y propician el espíritu de creación .
terbarro@aol.com Diciembre 2006
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