Si Dios se hizo hombre, no fue hombre patriarcal

                                                                                                             Teresa Barro

 
 

El cristianismo nació en el marco histórico del sistema patriarcal que impera en el mundo desde tiempos muy remotos. De ahí viene que se haya forzado la interpretación de la vida de Jesús y debilitado el mensaje de la importancia del espíritu en la vida humana y de cómo el patriarcado imposibilita su buen funcionamiento por las desigualdades y jerarquías que fomenta.

 En lo que se sabe de la vida de Jesús hay varios puntos cruciales que debieran indicar sin lugar a dudas, sobre todo a los que se consideran sus seguidores y ya no digamos a los que hablan en su nombre y definen la doctrina cristiana, que esa vida rompe el molde patriarcal desde el comienzo hasta el fin.

 Una gran parte de los que profesan el cristianismo creen que Jesús nació de una madre virgen, creencia difícil de justificar dentro del sistema patriarcal en el que el hombre "hace mujer" a la mujer y dirige y marca la descendencia y el linaje. Tan escandalosa es esa idea de un nacimiento con madre y sin padre biológico que, en el fondo, aunque se enseña dentro del cristianismo, no se acepta de corazón por las autoridades religiosas y no se le da la importancia que merece. Se hace poco caso de esa anomalía de la madre virgen independiente de los hombres y se convierte enseguida a esa virgen en una madre corriente y vulgar que se comporta, según las autoridades religiosas, como una madre patriarcal, a pesar de que no haya el mínimo indicio de que así haya sido, sino de todo lo contrario.

 En el sistema patriarcal la virginidad sólo tiene el valor económico de que se paga mejor y el de garantizar que el hijo varón pueda transmitir el vínculo familiar sin rivales. La fuerza de la virginidad eterna resalta, sin embargo, en las creeencias "paganas". En el Olimpo de los dioses griegos y romanos, son las diosas que aman su virginidad eterna, Atenea y Artemisa, las más sabias, poderosas y entregadas a las tareas que desean hacer. Pero en el patriarcado es esencial que la mujer no pueda ser nada sin el hombre y por eso no se admite ese tipo de virginidad independiente y se hace todo lo posible por que no exista y por ridiculizarlo. El relato del nacimiento de Jesús de una de esas vírgenes eternas entronca con la idea "pagana" de la virginidad fecunda y gloriosa y es un primer desafío al sistema patriarcal.

 Muchos cristianos (todos los católico-romanos, en principio) creen además que la Virgen había nacido sin pecado original, lo que, interpretado con rigor intelectual, debiera significar que era una mujer como la creada al principio por Elohim en el Paraíso antes de la "caída", es decir, una mujer de antes del patriarcado en la que no había ni la mínima propensión a dejarse mandar por el varón. Otro desafío al sistema patriarcal y otra manera de nacer fuera de él.

 Jesús no nace en su casa y en el seno de su propia familia, que habría festejado el nacimiento del hijo primogénito y varón al estilo patriarcal, dándole mucha más importancia que al de una hija. La interpretación habitual de ese nacimiento fuera de su tierra y en circunstancias difíciles es la de que escogió nacer pobre, pero, una vez más, esa interpretación está hecha desde la perspectiva del sistema patriarcal, en el que sólo se puede ser rico o pobre y en el que las dos cosas son "queridas por Dios" o por los dioses y por lo tanto justificables. Como por todo lo que parece haber dicho y hecho Jesús no era posible encajarlo entre los ricos ni entre los amigos de las riquezas, había que encajarlo entre los pobres.

 Nada hay en lo que se sabe de Jesús que haga pensar que fuese pobre ni que quisiese serlo. No es que María y José no tuviesen dinero para pagar alojamiento en el lugar en que se encontraban cuando nació Jesús, sino que no había sitio en aquellos momentos. Lo que indica esa historia es que nació sin contexto patriarcal y sin "herencia" familiar, como un extranjero o un exiliado, sin las celebraciones que le hubiesen correspondido como hijo varón y únicamente festejado y reconocido por gentes sencillas (los pastores) y los sabios que supieron buscarlo (los Magos).

 No mucho más tarde Jesús y sus padres tienen que marchar a Egipto para escapar de la persecución de Herodes y Jesús parece pasar su infancia y quizá parte de su adolescencia en el extranjero, una vez más sin contexto social ni familiar y teniendo que empezar vida nueva en un entorno desconocido. El hijo varón "heredero" y transmisor de los valores de la Familia vive "desheredado" y exiliado.

 De sus años mozos es poco lo que hay escrito; únicamente se dice en los Evangelios que dejaba pasmados a todos en el templo con su inteligencia. Uno de los evangelistas cuenta que cuando tenía doce años se quedó en Jerusalén, en el templo, sin que sus padres se diesen cuenta y que éstos, creyéndolo perdido, lo buscaron angustiados durante tres días. Cuando lo encuentran y su madre le reprocha no haberles dicho donde estaba, da una respuesta tan poco acorde con lo que exigiría la piedad filial típica del sistema patriarcal que las autoridades eclesiásticas siempre encontraron difícil, por no decir imposible, explicar esa escena. Jesús contesta a su madre: " ¿Pues por qué me buscábais? ¿No sabíais que había yo de estar en casa de mi Padre?". Las autoridades eclesiásticas se apresuraron a explicar que, tras haber dado esa contestación de "hijo malo", Jesús se había arrepentido y desde entonces había mostrado la debida sumisión a sus padres y los había obedecido en todo, como "buen hijo". Pero lo que dice el relato es que, como sus padres no comprendieron lo que había hecho, desde entonces trató de no asustarlos tanto. Lo que estaba implícito en lo que les dijo, y sus padres no comprendieron, fue que no hay que vivir para la familia en la que uno nace y que "honrar padre y madre" no es un decreto de obediencia a las autoridades familiares, justo lo contrario de lo que el sistema patriarcal predica e impone.

 Los principales mensajes "cristianos" parecen estar en la propia vida de Jesús, no tanto en lo que dijo como en lo que hizo y no hizo. Pero como su vida fue todo lo contrario de  lo que hubiera sido si se amoldase al sistema patriarcal y obedeciese sus normas implícitas y explícitas, no se quiso entender el significado que tenía. No se quiso entender, por ejemplo, que parece haber vivido de un trabajo honrado que hacía con sus propias manos y su propia inteligencia (y hay que tener en cuenta que lo que más probable es que José y Jesús fuesen artesanos-artistas y que sería un grave anacronismo histórico creer que el oficio o arte de carpintero tenía la misma categoría en aquel lugar y tiempo que en el nuestro), y que no quiso "vivir del altar" ni de los demás ni darse importancia, aunque hubiera podido hacerlo dado el renombre que parecía tener entre las gentes cultivadas de aquel entonces, ni quiso tampoco rodearse de riquezas con la excusa de que lo hacía para mayor gloria de Dios. No eligió ni ser pobre ni ser rico, probablemente porque ninguno de esos dos extremos propician el buen funcionamiento del espíritu, y todo parece apuntar a que era "de buena familia" y de lo que hoy llamaríamos "clase media". Ni él ni sus discípulos parecen haber sido asalariados, sino dueños de su trabajo y, por lo que cuentan los Evangelios, tenían amigos importantes y de buena posición social y económica. Jesús vivió con libertad interior, independencia y rectitud, dueño de sí y sin ataduras convencionales, haciendo lo que quería hacer sin abusar de los demás y sin someterse a los dictados de la sociedad en la que vivió, que era patriarcal como todas las demás. Eso fue lo que le costó la vida y lo que se la volvería a costar si viviese en nuestros tiempos.

 Jesús dedica los últimos años de su vida a la enseñanza abierta y pública. Podía haber enseñado en los templos, donde era respetado y admirado, y dejar que fuesen a escucharlo allí los que pudiesen, pero escogió hacerlo con gran incomodidad y esfuerzo para que pudiesen oírlo y acercarse a él cuantos quisiesen. Y de ese modo fue en contra de las desigualdades y jerarquías propias del sistema patriarcal.

 Las iglesias cristianas, empeñadas en encontrar algún fundamento para su constante discriminación contra la mujer, usaron el hecho de que Jesús y sus apóstoles fuesen varones para negar el acceso de las mujeres al sacerdocio y situarlas en segundo plano, con papel de ayudantes y sirvientes.

 Si Jesús hubiese sido mujer no habría podido hacer nada de lo que se propuso hacer, porque la sociedad en la que vivió no lo hubiera permitido. Por otra parte, si Dios sabía, como creen los cristianos, que a su hijo lo iban a ultrajar, torturar y matar por unas enseñanzas que tan en contra iban de las interpretaciones tradicionales y patriarcales, no podía querer ese destino para una mujer, puesto que a todas las humillaciones y muerte exterior que Jesús sufrió, habría habido que añadir la muerte interior que supone para una mujer el agravio sexual y la violación.

 Es evidente que en los años de enseñanza pública Jesús va siempre acompañado de hombres y mujeres y es lógico suponer que esas mujeres también enseñarían como los hombres. La elección de doce apóstoles varones tuvo que deberse a lo imposible que era en aquellos tiempos enviar mujeres a otros países que viviesen solas, en labor que hoy llamaríamos de misioneras. Aun de haber podido una mujer viajar sola y andar enseñando por el mundo adelante, imposible en aquellos tiempos, habría estado expuesta a la burla y a la vejación continua y con toda seguridad la habrían acosado y violado una y otra vez. No haber tenido en cuenta el marco histórico de lo que se relata es una indicación más de hasta qué punto se enfocó todo tratando de ajustarlo a las normas de la sociedad patriarcal.

 Por último, hay otra escena en los Evangelios que no puede menos de llamar la atención por lo incompatible que resulta la interpretación tradicional que de ella se hizo con la lógica intrínseca de la situación que se describe.

 Justo antes de expirar Jesús, ya en la cruz, exhausto después de tanta tortura y casi muerto, ocurre, según el evangelio de San Juan, lo siguiente:

 Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, pues, viendo a la Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dice al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora la tomó el discípulo en su compañía.

 Según la interpretación habitual de esa enigmática escena, Jesús encarga al discípulo el cuidado de su madre, con lo que se satisface la idea patriarcal de la mujer incapaz de valerse por sí misma y que necesita la protección de un hombre.

 Es absurdo, sin embargo, pensar que Jesús sólo se acordase de la situación en que quedaba su madre justo antes de expirar y que dedicase sus últimas palabras a subsanar el olvido, como es también absurdo que, habiendo allí tantas mujeres de la familia, le encargase la tarea a un hombre. Más bien habría que pensar que sus últimas palabras están relacionadas con la tarea de su vida y que con ellas afirmó y corroboró que su madre, una mujer, y una mujer libre del sistema patriarcal, quedaba al frente de lo que luego se llamaría el cristianismo y sería la principal encargada de que se conociesen sus enseñanzas. Y con ello rompe al final de su vida las pautas patriarcales que se propuso romper desde el principio.

                                                                                
 

 terbarro@aol.com                                                                                  Abril  2007

Comentarios