¿Nadie es imprescindible?
¿Nadie es imprescindible?
Teresa Barro
Vale la pena examinar esa frase tan disparatada, y que tanto se usó en las últimas décadas, de que "nadie es imprescindible". Se usó para justificar despidos al mismo tiempo que los que se estaban enriqueciendo a manos llenas jugando con el dinero de los demás no sólo se presentaban como imprescindibles, sino que amenazaban constantemente con irse de sus puestos en las altas finanzas y en los altos y altísimos cargos que ocupaban si no les daban enormes sumas de dinero, dinero que, bien empleado, hubiera servido para hacer un mundo más habitable para todos. Lo que consiguieron, entre ellos y los políticos que los apoyaron con ánimo de hacerse también ricos, fue un mundo sumido en la pobreza y en el que los muy ricos no encuentran obstáculos a su codicia y avaricia desmedidas.
Los dos extremos que se impusieron por la fuerza, el del trato despectivo a los "prescindibles" que hacían el trabajo honrado y el del halago sin límites a los otros, llevaron a la ruina y a la catástrofe económica y social. Se dejó que lo manipularan todo los que jugaron con el dinero y con la economía de las naciones. Y esos codiciosos y jugadores sin freno siguen empeñados en que se les premie con muchos millones lo mal que lo hicieron y la incompetencia que demostraron. Los contribuyentes que tuvieron que rescatar a los bancos del desastre que éstos habían creado con su falta de cordura y de entendimiento entrarán, sin duda, en la categoría de "prescindibles", porque, en ese sistema que se creó con ayuda de los políticos, los únicos imprescindibles son los que se prestan a cualquier cosa con tal de hacer dinero en cantidades que satisfagan las ansias de sus mentes enfermas y viciadas.
La frase en sí de que "nadie es imprescindible" es un disparate que habría que suprimir y no permitir que se usase. En la vida todo cambia todo el tiempo y la muerte se lleva, antes o después, a lo que es o parece ser imprescindible. Por lo tanto todos somos, en principio, prescindibles e imprescindibles. Hay lo que vale de por sí y lo que no vale nada. Y los que demostraron no valer nada son los que sembraron malestar y ruina con su codicia y vanidad insaciables.
Diciembre de 2009
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