Las falsas bases del patriarcado: el mal uso de la Biblia

Teresa Barro

 
 

 Parecería, por todo lo que se lleva dicho y escrito desde hace muchos siglos, que en el judaísmo y en el cristianismo hay una base espiritual para la imposición del régimen patriarcal en los asuntos humanos. Lo curioso es que no hay ninguna, sino todo lo contrario.

 La interpretación que se hizo del relato de la creación en el Génesis, el primer libro de la Biblia, insertó en todo hombre y mujer pertenecientes a lo que se entiende por "cultura occidental" imágenes y creencias profundamente patriarcales. Creyentes y no creyentes absorbieron la idea de un Dios-padre y patriarca, autoritario y hasta a veces cruel, que manda en todo y en todos, que crea un varón primero y una mujer después, pone a prueba la obediencia de los dos y, por culpa de la mujer, que tienta al varón y lo lleva por malos caminos, los castiga y expulsa del Paraíso.

 Teniendo en cuenta que ese relato bíblico se utilizó para alentar el mando del varón sobre la mujer, la reproducción sin control, la piedad filial, el derecho de los padres a maltratar a los hijos, el derecho de los humanos a hacer con los demás seres de la tierra lo que les venga en gana, la obligación de las mujeres de tener los hijos con dolor y, en definitiva, la superioridad innata de unos y la inferioridad también innata de otros y, por lo tanto, el derecho a esclavizar y la obligación de aguantar, valdrá la pena averiguar si esa interpretación que se hizo responde a lo que está escrito o si es un disparate inventado por quienes se propusieron usar todos los medios y sobre todo las creencias religiosas para hacer que la sociedad humana se rigiese por el sistema patriarcal.

 Empecemos por cómo construye el Universo ese Dios-Yahweh que aparece en las primeras líneas del Génesis. Y lo más notable es el espíritu con que lo hace, que no recuerda en nada a un rey o a un déspota: el cuidado, la atención y la paciencia que pone en todo ello son propias de un artesano-artista, sobre todo cuando, después de observar si lo que hizo responde a lo que debe ser, da su aprobación final para que empiece a funcionar. Nada tiene que ver esa actitud creadora con la de los dioses de otros mitos de la creación, que hacen todo como un juego para demostrar su poder y que no pueden equivocarse nunca. Este otro Dios que vemos en el Génesis no parece buscar la perfección total en su obra de creación, sino la duda o imperfección que es necesaria para que pueda haber espíritu creador, y desea de los humanos colaboración y amistad, no obediencia.

 Este Dios del Génesis no es tampoco, según muchos eruditos de la Biblia, Yahweh, sino Elohim, la parte más femenina, creadora y plural del Espíritu-Dios. Conviene recordar también que la palabra espíritu es femenina en hebreo y neutra en muchas lenguas. En latín se masculinizó y pasó a las lenguas romance en género masculino, pero no hay razón para pensar que el espíritu sea masculino. Cuando Elohim crea al ser humano dice:

 Hagamos al ser humano (al Hombre, a la humanidad) a nuestra imagen y semejanza (Génesis 1,26).

 Varón y mujer los creó (Génesis 1, 28)

 Desde el mismísimo comienzo del Génesis queda indicado que la humanidad nace de una fuerza o energía, espíritu o dios en quien coexisten el principio femenino y el masculino. Esa idea de dualidad o pluralidad en el Creador y en el Hombre masculino y femenino puede verse también en todo el simbolismo de la Creación. Elohim crea cuatro elementos básicos, agua, aire, tierra y fuego, dos de los cuales son masculinos y dos femeninos según las interpretaciones tradicionales de los símbolos. ¿De dónde surgió, pues, la imagen del Dios bíblico como el típico patriarca, varón y autoritario? No hay la mínima base para ello y parecen haberla implantado los propios patriarcas, que hicieron un dios a imagen y semejanza de ellos para que encajase en el sistema.

 En el relato del Génesis se dice que Dios hizo al varón del polvo de la tierra y a la mujer de una costilla del varón, de lo que se valió la interpretación patriarcal para sostener que la mujer era inferior por no haber sido la primera y por haber sido hecha de una parte del cuerpo del varón. Según esa interpretación, la mujer sería secundaria y derivada y creada únicamente para servir y ayudar al varón.

 Está claro, sin embargo, que hay una progresión ascendente, de inferior a superior, en la forma en que Dios lleva a cabo la Creación, sobre todo la de los seres vivos, que empieza con los más simples e imperfectos y termina con los más complejos y perfectos. Los seres vivos culminan en el Hombre (varón y varona, masculino y femenino), pero la culminación de esa Creación es la mujer, no el varón, por lo que, si se interpreta el texto sin tergiversarlo, hay que llegar a la conclusión ineludible de que el ser más complejo y semejante al Creador es la mujer.

 La mujer es, además, creada a partir de una costilla del varón, un origen más distinguido que el polvo del suelo y que apunta a una mayor perfección, dado que el varón o la parte masculina del Hombre llevaba algún tiempo viviendo solo y es lógico suponer que el Creador lo habría observado y se habría propuesto perfeccionarlo. Pero también se deduce que lo femenino estaba ya en el varón y que la mujer tiene masculinidad.

 Dios pone a ese ser humano, varón y mujer, hecho a su imagen y semejanza, es decir, nacido para ser artista y creador, en el jardín del Edén, y lo deja libre para que vaya aprendiendo los goces de la creación, con la única salvedad de que no deberá tocar ni el árbol del conocimiento del bien y del mal ni el árbol de la vida. Según la interpretación patriarcal, Dios hizo esto para poner a prueba a Adán y Eva y para cerciorarse de que no lo iban a desobedecer y de que acatarían sus mandatos a ciegas, como buenos hijos, tal como lo exige el régimen patriarcal.

 En la interpretación patriarcal del episodio bíblico en el que Dios pone a prueba a sus "hijos" parece estar también la única base para la creencia que inculcaron las iglesias cristianas de que nada se mueve en este mundo sin la voluntad de Dios, de que todo lo que ocurre es porque Él lo quiere, y de que los males que puedan suceder son pruebas a los que somete a los humanos. Esa interpretación deja al ser humano sin más deber ni destino que el de obedecer "los designios de Dios".

 Sería mucho más lógico pensar que esa advertencia que hace Dios al varón y a la mujer de que no toquen los dos árboles se debiera a que eran probablemente los centros de los que surgía la fuerza de la Creación, una especie de potentísimas centrales nucleares de todas las energías que entrarían en juego en su debido momento o que ya habían empezado a funcionar, pero que el ser humano, recién creado aún, no había aprendido a manejar. La pasividad que inculca el sistema patriarcal hizo pensar siempre que el Dios-Padre infalible lo había hecho todo "de un plumazo" y que no había cabida para ningún tipo de aprendizaje. Pero el Dios que se describe en el relato del Génesis no sólo parece estar dispuesto a aprender, probar y comprobar, puesto que sólo insufla vida y deja que empiece a funcionar todo cuando, después de haberlo observado con cuidado, cree que le salió bien, sino que respeta lo creado y sabe que tendrá vida propia. Está dispuesto a guiar, pero no quiere mandar y mucho menos domar. Parece haber estado enseñando al ser humano a entender y manejar la Creación y es precisamente ese aprendizaje lo que se frustra cuando Adán y Eva deciden tocar el árbol del conocimiento, es decir, usar unas fuerzas que aún no estaban en condiciones de entender. Eran como niños y no podían manejar el conocimiento del bien y del mal. Ese conocimiento, necesario para crear, lo habrían adquirido poco a poco, pero se adelantaron y no pudieron hacer el aprendizaje que estaba previsto.

 Elohim, temeroso de que también quieran tocar el árbol de la vida y obtengan vida eterna, inmaduros como están y con un conocimiento que podrán usar para estropear la eternidad, decide alejarlos del Edén:

 El ser humano se ha vuelto como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; no vaya ahora a alargar la mano, coma también del árbol de la vida y viva eternamente (Génesis 3,22).

 El ser humano tendrá que vivir en otro lugar que no sea el Edén y quedar sometido a la muerte para que pueda entrar en la eternidad, lo que no habría sucedido si hubiese alcanzado la madurez y sabiduría que necesitaba para hacer uso de sus dotes creadoras y participar en la labor de creación.

 Cuando Elohim les anuncia su nuevo destino y el hecho de que el ser humano tendrá que nacer y morir, recuerda al varón (no a la mujer) que no es más que polvo de la tierra, lo que tampoco da pie a la interpretación patriarcal de que la mujer es más "física" y "terrena" que el varón. A la mujer la nombra "vida", con lo que acentúa que lo femenino, que ella personifica aunque también lo tenga el varón, es el principio creador. Pero también le dice que el varón va mandar en ella, no porque así deba ser, sino porque, fuera del paraíso, en la nueva condición debilitada en que estarán ahora los dos, el varón abusará y tomará el mando. Dios adivina el abuso a que se someterá a la mujer y prevé el patriarcado como uno de los males que sucederán. No sólo el patriarcado no es un castigo ni la forma "natural" de organizar la sociedad, sino una desgracia de las muchas que acaecerán.

 El relato de la creación que se encuentra en el Génesis es un mito y, como todos los mitos, encierra verdades poéticas. Haberlo usado, como hicieron las autoridades del judaísmo y del cristianismo, para extraer de él verdades absolutas es un escándalo desde el punto de vista intelectual y una vergüenza desde el punto de vista moral. Basta, para darse cuenta de lo mucho que se tergiversó el significado del relato, pensar en cómo se habrían interpretado las mismas escenas y palabras si se hubiese querido probar la superioridad de la mujer y la inferioridad del varón: se habría sostenido que, sin la menor duda, el origen del varón era despreciable, del polvo del suelo, en vez de provenir, como la mujer, de una parte distinguida de un cuerpo ya vivo y formado, lo que la hacía más humana y perfecta. Que cuando Elohim presenta la mujer a Adán y dice el texto bíblico "Y por esto dejará el varón a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer" se sentaron las bases del matriarcado y se nombró a la mujer cabeza de familia. Que el hecho de que la serpiente (que simboliza el saber y el conocimiento del bien y del mal) se dirigiese a ella y no al varón era prueba indiscutible de que la tenía por mucho más inteligente y superior en todo, y de que ella era la cabeza de familia. Y que cuando Dios los alejó del Edén trató mejor a la mujer y recordó al varón, y no a ella, que no era más que polvo de la tierra.

 Si, como parece deducirse del relato del Génesis, era esencial para el buen funcionamiento de la Creación que hubiese una dinámica amistosa entre los principios masculino y femenino, podría alegarse que el uso que hizo el sistema patriarcal de esos dos principios para imponer una estructura autoritaria en la sociedad humana fue lo que llevó a que todo funcionase mal.

  
 

terbarro@aol.com                                                                             Marzo de 2007

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