La felicidad
LA FELICIDAD
¿Hay que aspirar a ser felices? ¿O es precisamente esa aspiración lo que lleva a la infelicidad más profunda y al abatimiento? Si creemos que tenemos derecho a ser felices y no conseguimos serlo pero nos parece que los demás lo son, nos culparemos a nosotros mismos por no saber alcanzar esa felicidad que tan fácil debiera ser, o lo achacaremos a la mala suerte y eso nos hundirá en el desaliento.
Ni la vida ni el ser humano parecen hechos para encontrar la felicidad a la vuelta de la esquina. Hacerse uno a sí mismo y recorrer el camino que pueda llevar a la realización de lo que queramos, deseemos y soñemos no puede ser fácil. Lo lógico es que sea una tarea ardua y llena de dificultades interiores y exteriores, a no ser que nos empeñemos en creer que la felicidad consiste en ajustarnos con mansedumbre a todo lo que se nos impone y, aun así, nos rebelaremos. O que creamos que consiste en adquirir poder y riquezas para hacer lo que se nos antoje y aislarnos de la vida real. En el primer caso actuaremos como marionetas sin valor alguno y en el segundo aplastaremos, en carrera loca por ser más que nadie, todo lo que más valor pueda tener en esta vida, que es justamente lo que se no se puede comprar ni dominar.
Hay verdades que parecen perogrulladas porque siempre se supieron, pero no se les hace caso porque no responden a ese concepto de la "felicidad" que nos convierte en engañados y nos lleva a la desorientación y a la tristeza. Una de esas verdades "de pobres" es que la vida es dura. En la vida hay, como mínimo, la enfermedad, la vejez y sobre todo la muerte, propia y ajena. Y hay también la injusticia, la pobreza, la mentira, el maltrato, el abuso y tantas otras cosas más que la hacen difícil. Y el hecho de que, precisamente porque el ser humano no es un robot o un bulto sin importancia, tiene épocas de fecundidad y épocas de aridez, estados de alegría y estados de tristeza y, sin eso, no podría desarrollarse en toda su plenitud, pues sin las épocas de aridez y sin pasar por los desiertos interiores, el espíritu no puede llegar a la creatividad ni al contento.
Aspirar al entendimiento cada vez mayor de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, aunque traiga angustia e infelicidad, sería más inteligente, porque así podremos entrar en el mundo de la creación, que perder el tiempo aspirando a una "felicidad" que ni siquiera depende de nosotros ni dependerá nunca. Cabe aspirar, en cambio, al contento interior, pero eso hay que lograrlo y nadie nos lo puede dar. Sólo puede conseguirse andando bien el camino de la vida y llegando a la cumbre de la montaña interior que todos debemos subir para desde allí adquirir una visión holgada y un sentimiento de paz con nosotros mismos y con el universo.
Teresa Barro
Junio de 2007
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