Justicia y amor

Teresa Barro


 

    En el mundo de ahora se da más importancia al amor que a la justicia. Eso forma parte de un adoctrinamiento, principalmente destinado a las mujeres, que hace del amor el objetivo final de la vida. Según ese adoctrinamiento sentimental, hay amores indiscutibles e incondicionales, como los de las madres, y el amor lo justifica todo. También en las interpretaciones habituales de algunas religiones, en especial del cristianismo, el amor ocupa el lugar principal.


 

    Parecería, sin embargo, que lo que más falta hace en el mundo es la justicia. La justicia en sentido amplio y aplicada a todo. Se invoca en casi todas las causas por las que se lucha, pero en general queda reducida a cada una de esas causas y no se busca aplicarla a nada más.


 

    ¿Por qué esa especie de indiferencia hacia la justicia? Si lo pensamos, es quizá a lo que antes despertamos ya de niños y de muy jóvenes. No es que a esas edades entendamos claramente lo que es la justicia, pero lo que vemos y sentimos es que recibir injusticia es muy desanimador y doloroso

    .

    Lo que se incrustó en la sociedad desde tiempos inmemoriales, en nombre de las autoridades divinas de todo género, fue un sistema de injusticia y, por tanto, de crueldad. A eso es a lo que estamos tan acostumbrados que ya casi ni lo vemos y no nos escandaliza porque nos parece natural. Pero la injusticia no es más natural que la justicia. A todos nos parecería natural ser tratados con justicia. Podría aprenderse a aplicar a todo la justicia si se entendiese que sin justicia nada puede funcionar bien, ni en las relaciones personales ni en las colectivas ni en las mundiales.


 

    ¿Por qué fallan los matrimonios y las relaciones de pareja? Dirían los partidarios del sentimentalismo que es porque el amor se evapora con el tiempo, pero lo cierto es que casi siempre el fracaso surge de la injusticia en el trato. Las familias, las colectividades y las relaciones entre los países fracasan porque en ellas se deje que predomine la injusticia. Y la práctica del amor arbitrario que tanto se fomenta trae aún más injusticia


 

    ¿Puede darse más importancia al afecto y al amor que a la justicia? El afecto sin justicia está demasiado teñido de egoísmo para tener mucho valor. El amor sin justicia suele hacer más mal que bien. La justicia gana si va acompañada de amor, pero el amor no puede sustituir a la justicia ni dejarla de lado, porque, sin justicia, no es más que capricho, obsesión y ansia de dominio. No hay nada que pueda justificar nunca la falta de justicia, y lo prueba el que este sistema de injusticia que se impuso en el mundo no produce a la larga más que disparates, situaciones vergonzosas y catástrofes.


 

    Entender la justicia, aprender a practicarla y valorarla e insertarla en la sociedad la haría tan natural como lo es ahora la práctica de la injusticia. Y el resultado sería mucho mejor.

Septiembre de 2009

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