El sadismo de la iglesia católica en Irlanda

Teresa Barro

 

    Según el informe que acaba de salir acerca de la actuación en Irlanda de sacerdotes, frailes y monjas en las instituciones que se hacían cargo de niños y niñas huérfanos o castigados por la sociedad, hubo en esas instituciones durante casi todo el siglo pasado un régimen de terror y abuso. Se practicó, con impunidad y con la connivencia del gobierno y de los políticos, el sadismo y el abuso sexual más cruento y persistente. Si alguna vez se descubría la pederastia de los sacerdotes y religiosos, simplemente se trasladaba a otra parte al pederasta para que siguiese violando y sometiendo a tortura a los niños y adolescentes que caían en sus manos. Si se cerraron al final las instituciones no fue por arrepentimiento de la iglesia, sino porque no pudieron seguir ocultando lo que hacían y habían hecho. Y, como en los Estados Unidos o en cualquier otro sitio donde se descubran las abominaciones que la iglesia comete escudándose en la religión que dice profesar, lo único que parece preocupar al Vaticano es tener que pagar indemnización a las víctimas. No hay muestras de verdadera contricción ni el mínimo intento de analizar la cuestión.

 

    El catolicismo político y la práctica del sadismo parecen haber ido siempre de la mano. La Inquisición, practicada y promovida por la iglesia católica con la ayuda de los reyes, que la aprovechaban para sus propios fines, estableció el imperio del sadismo en España, parte de Europa y América. El régimen nazi por lo menos duró poco. La Inquisición duró siglos.

 

    El Vaticano tendría que explicar su actitud de complicidad con la tortura y el abuso sexual de niños y jóvenes indefensos. Y los gobiernos y políticos de los países en los que hubo y hay esas prácticas tendrían que explicar también su complicidad en cuanto a no tomar las medidas necesarias para que eso no ocurra, puesto que no es una cuestión religiosa que afecte sólo a los fieles, sino que afecta a toda la sociedad.

 

 

Mayo de 2009