El pasado imperial es ´cosa mentale´


Fernando Pérez-Barreiro Nolla

 
 

Una de las consecuencias más vergonzosas del proceso de la Unión Europea, que no fue nada espontáneo sino algo muy premeditado, es la amputación del mundo hispánico, que aleja a los paises de la Península Ibérica, remitiéndolos a un espacio europeo. Podrá hablarse de ventajas económicas, de ampliación de inversiones en países de lengua española  o portuguesa, todo con mayor frialdad aún de la que aquejó en su día al imperio, pero sigue siendo extraño y escandaloso que le sea más fácil entrar en España a un finlandés que a un argentino.

 
 

Pero lo peor es que,  a poco que nos fijemos, ese escándalo no le parece tal a un gran número de españoles. Se diría que muchos hasta se alegran de sacudirse de la espalda, y sobre todo de la cabeza, el fardo de que alguien pueda identificarlos con países del tercer mundo que desconocen y que se inventan atrasados para mejor despreciarlos. Esos españoles entran a la quimera europeista con un suspiro de alivio.

 
 

Pensándolo bien, no es nada nuevo esto. El imperio contó siempre muy poco en la mente española, salvo como alegoría y retórica.  Los imperios, cualquiera que haya sido su realidad, sus miserias y sus grandezas, son, antes de desaparecer, y sobre todo después de su desaparición, realidades mentales que determinan mucho la conducta de las viejas potencias en el mundo postcolonial. Las diferencias entre los imperios español y británico son muchas y muy reveladoras a ese respecto. No se trata de valoraciones morales, sino imaginativas. ¿Dónde está un Kipling español?  ¿Por qué la realidad tan nueva y fascinante del nuevo mundo no estimuló ficciones narrativas en lengua castellana?  Cuando falta esa ficción es difícil imaginarse una realidad pasada en su vivir cotidiano.  El imperio español parace haber estimulado únicamente la imaginación de teólogos y moralistas, inoperante en la práctica, como suele serlo la moral sin imaginación.  Y cuando uno ve el arraigo y la normalidad de la cocina india en Londres o la indonesia en los Países Bajos, tiene que pensar que hubo muchos ingleses y holandeses colonizadores, buenos o malos, que trajeron hábitos y nostalgias de comidas éxoticas, y que no ocurrió así con los españoles. También la cocina es cosa de imaginación y hasta de gustos de aventura a los que se resiste el paladar español, según parece, hasta hoy.

 
 

Tenemos que preguntarnos qué fue el imperio en la realidad mental de los antepasados de los españoles y en la de los españoles de hoy, porque eso nos ayudaría seguramente a entender nuestras cosas. Y parece que en el mundo hispánico existen también visiones exageradas, por un lado o por el otro, de esa realidad mental: exaltaciones hispánicas, generalmente muy conservadoras, o condenas dirigidas a quien nada sabe de lo que se le acusa. "Cosa mentale" el imperio y sus descendientes de ambos lados de la mar océana. 

                                                                                                                                          Diciembre 2006  

Comentarios