El derecho al libre movimiento

Teresa Barro


 


 

¿Tienen los Estados derecho a cerrar sus fronteras? ¿O es un derecho que no debieran tener y que se han ido adjudicando poco a poco como si fuera lo más natural del mundo?


 

Tan acostumbrados estamos a que nieguen la entrada y el asentamiento en su territorio en nombre de lo que sea, del terrorismo, de la economía, de la seguridad de los ciudadanos o de cualquier otra disculpa, que ni parece que nos planteemos siquiera que el libre movimiento debiera ser un derecho fundamental del ser humano y que, sin ese ejercicio, el mundo se empobrece material y espiritualmente.


 

Los países se convierten en fortalezas para que no entren los más pobres, o los que no tienen la misma religión o la misma educación o la misma raza o el mismo color de piel y con eso se ponen a sí mismos en el camino del atraso. No puede ser casualidad que los países que más adelantaron en los últimos siglos hayan sido los países llamados "de inmigración" y no puede ser casualidad tampoco que esos mismos países, cuando pusieron cortapisas a la inmigración, empeoraron y perdieron dinamismo


 

Es un grave error centrarse en razones económicas para impedir el libre movimiento de quien así lo desea. Por supuesto que los países ricos de hoy sienten la necesidad de atrincherarse contra los habitantes de países más pobres porque temen ser invadidos por ellos. Pero ese miedo desaparecería si los ricos no alentasen la pobreza de los demás


 

En todo caso, lo que habría que admitir es que el derecho que todo ser humano tienen a vivir donde quiera y que el impulso a cambiar de vida y de país es más dinámico y fructuoso que el de quedarse en lo de siempre sin ver más allá. Abrir fronteras espirituales es necesario para el bienestar de todos.

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