Educar en el vacío


Un destacado catedrático de Economía y asesor del Gobierno del Reino Unido en cuestiones educativas ha propuesto que se creen en los colegios puestos de "profesores de felicidad" que enseñen a los alumnos a tratar debidamente sus emociones, mejorar su "inteligencia emocional" y adquirir buenas maneras en su conducta social. Esos profesores servirían de ejemplo y ayudarían a los alumnos, hasta los 18 años de edad, a resolver sus problemas emocionales. Los resultados de esa educación se tendrían en cuenta a la hora de solicitar ingreso en la enseñanza superior.

La propuesta suscitó reparos y objeciones, como es natural. Especializar esa materia supone, como ocurre tantas veces, creer que hay una solución técnica a los problemas éticos. Si los alumnos no ven ejemplos en lo que emana con naturalidad de los demás profesores, de las familias y del mundo que los rodea como siempre se pensó, pobre debe estar la sociedad en valores humanos. Y poco caso le van a hacer a los predicadores de lo que no se pactica en su alrededor.

La felicidad técnica y las buenos maneras como especialidad revelan el vacío de una sociedad que no sabe qué hacer consigo misma ni con sus miembros. No se puede educar en el vacío.


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