Codicia y avaricia
Teresa Barro
Uno de los errores de perspectiva, o de juicio, más notable y difundido es el de creer que los ricos van a ser buenos y generosos con los que tienen menos porque a ellos les sobra. Este grave error, trasladado al terreno de lo político y del gobierno de los países, lleva (¡y cuánto en estas últimas décadas!) a que parezca lo mejor y lo más lógico que sean los ricos los que gobiernen y tengan todo el poder en sus manos, y, lo que es peor, que haya que ser rico para entrar en la política y decidir los destinos de los países y sus habitantes.
Lo que no se tiene en cuenta es que, en general, la acumulación de riqueza se hace con dos vicios por lo menos: la codicia y la avaricia, y que todo vicio lleva al abuso de los demás. Si el codicioso y el avaricioso se quedasen sólo en eso, en quererlo todo y guardar sin dar nada, sería desagradable pero no tendría grandes consecuencias. Lo malo es que el avaro no se conforma con guardar lo suyo, sino que disfruta haciendo que los demás gasten por él; y que al codicioso no le vale tener mucho, sino que disfruta quitándoselo a lo demás. El vicio no empieza y acaba en uno mismo; trae indiferencia hacia los demás y frialdad de sentimientos, agosta las relaciones e impone el abuso.
Valdría la pena pensar en el peligro que supone para todos la adoración de los ricos que siempre predominó en el mundo y que cada vez se quiere que predomine más dándole un buen nombre y tratando de justificar su integración en la política.
terbarro@aol.com Marzo de 2008
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